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sábado, 19 de marzo de 2011



Quien durmiendo, lo hace con el calzado a punto para que, cuando el ángel llame, nada ni nadie le detenga en su ser peregrino. Quien, con el oído apuntando hacia el cielo es feliz escuchando mensajes celestiales, y deshaciéndose en la voluntad divina.

Este es José, mi buen José.

El de alma interior, sin palabras exteriores. El de corazón grande, en semblante sencillo, humilde, afable, sereno y obediente. El que, sin tener nada, lo poseía todo, porque sabía que, Dios, era su esperanza. El que, gozándolo todo, a Jesús y María, nunca estuvo un peldaño más arriba del lugar que la historia le tenía reservado.

Este es José, mi buen José.

Fue feliz, aún rompiendo Dios sus planes. Fue fiel con las cosas del cielo, aún teniendo que olvidar muchas cosas en la tierra.Fue solícito y prudente ante la encomienda de un ángel en horas nocturnas.

Este es José, mi buen José.

Sin palabras, pero con obras, respondió. Sin ruido, pero con bondad, caminó.
Sin recelos, y con mansedumbre, acogió. Sin reproches, y con serenidad, creyó.

Este es José, mi buen José.

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