Justina Cabral. Escritora de Mar del Plata, Argentina.
Esperando el día de camping, Pepe se encontraba entusiasmado armando su canoa para pasear por el lago del lugar y Manuela esperaba aquel día con mucha ansiedad. No veía la hora de tomar su salvavidas y la maya floreada que sus padres le habían obsequiado para navidad. La madre y el padre de los pequeños se veían con mucho trabajo preparando deliciosos emparedados de jamón y queso y fantásticos postres de chocolate para la hora del almuerzo... Después de una larga espera el gran día llegó. El sitio era realmente hermoso: La calma que se sentía tentaba a cualquier persona a recostarse contra un árbol a dormir oyendo el canto de los pájaros y disfrutando de un cálido día de sol. Las flores eran de todos colores y de las formas más extrañas que se pudiesen encontrar. El agua azul, azul como el cielo y llena de pequeños peces de colores. Pepe y Manuela encantados con ese maravilloso sitio cogieron sus cosas y partieron a jugar. Salieron corriendo felices con esa magnífica canoa que a pepe le había costado tanto construir y se metieron a navegar al transparente lago. Muchos niños navegaban por el agua, y entre ellos unas niñas que se burlaban de Manuela que no tenía las fuerzas suficientes para remar. Pepe enojado y muy triste por ello comenzó a discutir con las pequeñas y les rogó con lágrimas en los ojos que dejen de molestar a su hermana. En ese dificil momento de discución una de las niñas cayó al agua y comenzó a ahogarse. Entonces, Manuela con gran corazón y sus más nobles sentimientos remó hasta la orilla con todas sus fuerzas, tomó su salvavidas y se lo tendió a la niña para que se salvará. Desde ese entonces la pequeña que se reía de ella aprendió que nunca más debía burlarse de alguién y el alma se le lleno de amistad, amor, y pureza. Desde ese día Dios consigió un ángel más para el cielo con corazón de diamante llamado Manuela.
Fin
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