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domingo, 6 de febrero de 2011

"Sal y Luz del mundo".


Palabras de Jesús: 


 "Vosotros sois la sal de la tierra...


Vosotros sois la luz del mundo".
(Mt. 5, 13 ss)

D. Félix González de los Sagrados Corazones, nos explica:

"Con estas palabras, Jesús define quiénes son sus discípulos. No dice Jesús "deberíais ser", sino "sois".
Sólo si somos sal de la tierra y luz del mundo, podemos saber si somos de verdad, y no sólo de nombre, discípulos suyos.

Ser sal, significa en lenguaje metafórico, llenar la vida de sabor de evangelio y llenarla de contenido en línea, la línea del Reino:
- Es saber condimentar todos nuestros actos con la alegría de saberse hijos de Dios.
- Es desterrar la tristeza, por el hecho de ser menos y poseer menos.
- Es conformarse con el último lugar, sabiendo que ante Dios no hay primeros ni últimos.
- Es saber poner esperanza donde falta, paz en vez de violencia.
- Es, sobre todo, derramar amor a corazón abierto.

Ser luz, es abrir la vida a la verdad, al entusiasmo, a la generosidad, al perdón a la confianza en el Dios fiel:
- Es iluminar los caminos de la vida y desterrar las tinieblas del corazón del mundo.
- Es curar las cegueras voluntarias, romper cadenas de esclavitud.
- Es estar anclado fuertemente en Dios.

Pero el Señor también dice que "si la sal se vuelve sosa; si la luz se pone debajo del perol de nada sirven".

Y ese es el riesgo de los discípulos.
Ese es el verdadero trauma que se produce cuando no somos lo que Jesús pone como condición para seguirle: sal y luz.

Jesús, con las palabras citadas por Mateo no nos hace una invitación, ni una oferta, ni una meta que alcanzar. Sencillamente, pone unas condiciones para ser sus discípulos.
No dice debéis ser, debéis intentar, no; dice "vosotros sois". Y si no somos (sal - luz), no somos sus discípulos; seremos aprendices de discípulos o futuros discípulos.

En la famosa "Carta a Diogneto", se dice: "Lo que es el alma en el cuerpo, son los cristianos en el mundo".
El alma es lo que vivifica y anima el cuerpo.

Los cristianos ¿vivificamos y animamos suficientemente este mundo?

La respuesta más acertada sería decir: unos, sí, y otros, no.

Pero no se trata de las individualidades, siempre expuestas a la debilidad y al cansancio.
Se trata de los cristianos como comunidad universal (eclesial). Y en este sentido, dejamos mucho que desear.

Somos unos 1700 millones de cristianos en el mundo, un número impresionante, con una gran fuerza potencial de influencia y testimonio.
No podemos negar que la cristiandad ha influído muchísimo a lo largo de la historia, y sigue influyendo en grandes sectores; pero no podemos gloriarnos, ni estar satisfechos, de lo que no hacemos o influímos.

Un reducido número de apóstoles y discípulos de Jesús, fueron capaces de cambiar gran parte  del gran mundo greco-romano, en condiciones mucho más árduas que hoy.

Cuando los cristianos nos convertimos en "cristiandad", perdimos gran parte de la fuerza testimonial; la única que arrastra y convence.

Aunque el Espíritu Santo no cesa de transformar a personas y pequeños grupos, que son capaces de poner su fuerza en el Dios de Jesucristo, y ser referencia transformadora en sus ambientes. "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra". (Hch 1, 8)".


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