( de "101 cuentos para la Catequesis",
Cuentan que había una viejecita que nunca hablaba mal de nadie.
Siempre encontraba algo bueno en toda persona.
Un día falleció un vecino que parecía atesorar en sí, todas las miserias humanas:
era ladrón, borracho, pendenciero, pegaba a su mujer y a sus hijos...;
una verdadera calamidad.
La noche del velatorio, llegó la viejecita a la sala donde se iba a rezar el santo Rosario por el difunto.
Todos se miraron y se decían por dentro:
-De éste no podrá decir nada bueno.
La viejecita estuvo un momento callada. Parecía que no sabía qué decir.
Al fin habló:
-Ciertamente sabía silbar con mucha gracia.
Daba gusto oirle cuando pasaba por debajo de mi ventana, todas las mañanas.
lo echré de menos".
Moraleja:
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