¡Hola, amigos, ante todo volverles a desear una muy feliz Navidad!
Les voy a contar una historia muy interesante que arroja una luz bastante grande con respecto a la celebración de la Navidad.
Resulta que un matrimonio pensaba en bautizar a su hijo, con tal motivo invitaron a la familia, a los amigos, a todas sus amistades, y el día señalado se celebró el bautizo.
Todos los invitados conforme iban llegando preguntaban a los dueños de la casa:
¿Dónde podemos dejar los abrigos?
A lo que ellos respondían: Podéis dejarlos en el dormitorio, sobre la cama.
Asi lo hicieron. Unos tras otros fueron dejando sus abrigos sobre la cama.
Entonces -como casi siempre se hace en estos casos- se celebró una fiesta: bebieron, comieron y bailaron...
Cuando todo terminó, los invitados preguntaron:
¿Dónde está el homenajeado? ¿Dónde está el niño?
Los padres dijeron: En la cama lo dejamos momentos antes de llegar ustedes.
Fueron a la habitación y el niño no estaba, tocaron la cama y el niño no aparecía.
Alarmados comenzaron a levantar los abrigos encontrando al niño debajo de ellos.
¡Allí, debajo de los abrigos estaba el niño!
Siendo él el objeto de la celebración se encontraba oculto.
Estimados amigos, nuestra Navidad se asemeja un poco a esta historia que he contado.
Estamos distorsionando la Navidad, la estamos cambiando, confundiendo.
Jesús es el gran olvidado, el gran ausente, todo lo anteponemos a Él.
Si no preparamos una buena comida en estos días, si no regalamos y recibimos buenos regalos, nos parece que eso no es celebrar una buena Navidad.
Tenemos que caer en la cuenta que eso no tiene nada que ver.
Jesús nació hace siglos, Jesús no quiere nacer cada año, Él quiere nacer cada día en nuestro corazón.
A Jesús lo podemos encontrar en los pobres, en los enfermos, en los que no tienen hogar, en los necesitados, en nuestro vecino más cercano.
Jesús nació pobre, necesitando que lo alimentasen, que lo abrigasen.
Y la noticia se le dio antes que a nadie, a los pobres - a los pastores- que ofrecieron al Niño lo que ellos tenían, y Jesús se sintió confortado.
A los ojos de Jesús, son ricas las personas que están faltas de egoísmos, las que son solidarias y comparten lo poco que tienen con otro que tiene menos. ¡Esa es la mayor riqueza!
Por eso, en la Nochebuena, en la Noche Santa, queremos aportar un poco de lo nuestro, de lo que tenemos para los más desheredados, para los más desfavorecidos.
Pidamos al Niño-Dios que nos abra el corazón y que venga a nacer cada día en cada uno de nosotros.
¡Que así sea!
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