"Ventana abierta"
Ésta es la Cuaresma que quiero, dice el Señor:
Que practiques la justicia.
Que hagas limosna
y des no simplemente 10 que te sobra.
y des no simplemente 10 que te sobra.
Que ayudes al necesitado y compartas
tus bienes con los que no tienen nada.
Que seas compasivo y solidario
con el próximo y el lejano, con el amigo y el extraño.
Que des de beber al sediento y de comer al que tiene hambre.
Que abras tu casa y acojas al sin techo y al emigrante,
que derribes las vallas de espino
con las que has rodeado tu corazón.
Que seas buen samaritano con el sidoso y el toxicómano
y no pases indiferente ante los que yacen
en los márgenes de la exclusión.
Que protejas a los desprotegidos, que defiendas
el derecho de los pobres y te pongas de su parte.
Y quiero que lo hagas
sin tocar la trompeta por calles y plazas,
sin anunciarlo en los periódicos ni en la televisión,
sin arrogancia, sin prepotencia, sin interés,
sin sacar pecho ni hacerte el héroe,
sin que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha,
de manera sencilla y modesta,
con sagrado respeto a tu hermano,
lavando, si es preciso, sus pies.
Siempre nos espera
y oteas el horizonte
por ver si vuelvo.
Cada mañana bajas saltando las escaleras
y echas a correr por el campo
cuando me adivinas a lo lejos.
Cada mañana me cortas la palabra,
te abalanzas sobre mí
y me rodeas con un abrazo redondo
el cuerpo entero.
Cada mañana contratas la banda de músicos
y organizas una fiesta por mí
por el ancho mundo.
Cada mañana me dices al oído
con voz de primavera:
hoy puedes empezar de nuevo.
El padrenuestro en arameo
El Padrenuestro, recogido en Mt 6, 9-13 y Lc 11. 1-4, es la oración básica de un cristiano para dirigirse a Dios. Jesús nos la enseñó expresamente en los citados evangelios y como consecuencia no hay mejor manera para orar al Padre.
Aún se conservan textos originales de los Evangelios en griego, pero según el análisis lingüístico de esos textos y el conocimiento de los diferentes dialectos que se hablaban en Palestina en el inicio de la era cristiana, no hay dudas de que Jesús se comunicaba con las demás personas utilizando el arameo, concreta y muy posiblemente un dialecto del mismo conocido como arameo de Galilea.
A la mayoría de cristianos nos resulta seguramente de un gran interés una posible formulación en arameo galileo del Padrenuestro, nos preguntamos cómo les transmitiría Jesús a sus discípulos esa plegaria que diariamente hacemos nuestra, cómo se la expresaría tras ser consultado sobre cómo orar al Padre, algo que sus discípulos veían hacer constantemente a Jesucristo.
La imagen de la izquiera reproduce el texto del Padrenuestro escrito en arameo.
Y a continuación reproducimos el Padrenuestro escrito en arameo, en pronunciación figurada y su traducción aproximada al español:
Avvon d-bish-maiya
Padre nuestro que estás en los cielos
Aún se conservan textos originales de los Evangelios en griego, pero según el análisis lingüístico de esos textos y el conocimiento de los diferentes dialectos que se hablaban en Palestina en el inicio de la era cristiana, no hay dudas de que Jesús se comunicaba con las demás personas utilizando el arameo, concreta y muy posiblemente un dialecto del mismo conocido como arameo de Galilea.
A la mayoría de cristianos nos resulta seguramente de un gran interés una posible formulación en arameo galileo del Padrenuestro, nos preguntamos cómo les transmitiría Jesús a sus discípulos esa plegaria que diariamente hacemos nuestra, cómo se la expresaría tras ser consultado sobre cómo orar al Padre, algo que sus discípulos veían hacer constantemente a Jesucristo.
La imagen de la izquiera reproduce el texto del Padrenuestro escrito en arameo.
Y a continuación reproducimos el Padrenuestro escrito en arameo, en pronunciación figurada y su traducción aproximada al español:
Avvon d-bish-maiya
Padre nuestro que estás en los cielos
nith-qaddash shim-mukh
santificado sea Tu nombre
Tih-teh mal-chootukh
Venga a nosotros Tu Reino
Nih-weh çiw-yanukh:
Hágase Tu voluntad
ei-chana d'bish-maiya:
En la tierra
ap b'ar-ah
Como en el Cielo
Haw lan lakh-ma d'soonqa-nan yoo-mana
Danos hoy nuestro pan de cada día
O'shwooq lan kho-bein:
Perdona nuestras ofensas
ei-chana d'ap kh'nan shwiq-qan l'khaya-ween
Como nosotros perdonamos a los que nos ofenden
Oo'la te-ellan l'niss-yoona:
Y no nos dejes caer en la tentación
il-la paç-çan min beesha
Y líbranos del mal
Mid-til de-di-lukh hai mal-choota
Porque Tuyo es el Reino
oo khai-la oo tush-bookh-ta l'alam al-mein
El Poder y la Gloria por los siglos de los siglos
Aa-meen
Amén
santificado sea Tu nombre
Tih-teh mal-chootukh
Venga a nosotros Tu Reino
Nih-weh çiw-yanukh:
Hágase Tu voluntad
ei-chana d'bish-maiya:
En la tierra
ap b'ar-ah
Como en el Cielo
Haw lan lakh-ma d'soonqa-nan yoo-mana
Danos hoy nuestro pan de cada día
O'shwooq lan kho-bein:
Perdona nuestras ofensas
ei-chana d'ap kh'nan shwiq-qan l'khaya-ween
Como nosotros perdonamos a los que nos ofenden
Oo'la te-ellan l'niss-yoona:
Y no nos dejes caer en la tentación
il-la paç-çan min beesha
Y líbranos del mal
Mid-til de-di-lukh hai mal-choota
Porque Tuyo es el Reino
oo khai-la oo tush-bookh-ta l'alam al-mein
El Poder y la Gloria por los siglos de los siglos
Aa-meen
Amén
Al respecto del texto arameo que acabamos de presentar, quisiéramos añadir una versión adicional aportada por el padre Jesús Luzárraga, publicada en el libro "El Padrenuestro desde el arameo", Analecta bíblica 171, Roma 2008, que recoge el estudio que el autor hace sobre los posibles textos arameos originales subyacentes al Padrenuestro en su versión griega del Nuevo Testamento:
"Padre nuestro, que estás por encima de todo:
manifiesta tu modo de ser, ejercitando tu soberanía
según tu plan salvífico universal.
Danos siempre el alimento para nuestra vida;
y perdona nuestros pecados,
como nosotros perdonamos ya a los que nos ofenden.
Haz también que no nos metamos en peligros,
y tú líbranos del mal".
manifiesta tu modo de ser, ejercitando tu soberanía
según tu plan salvífico universal.
Danos siempre el alimento para nuestra vida;
y perdona nuestros pecados,
como nosotros perdonamos ya a los que nos ofenden.
Haz también que no nos metamos en peligros,
y tú líbranos del mal".
Hoy aprendí
ESCRITO POR :~KARDC~
ESCRITO POR :~KARDC~
Hoy necesito hablar Contigo,
sé que algunas veces me he perdido,
en las cosas de rutina que hacen en mí
olvidar cosas divinas que me distes.
En el transcurso del día,
he vuelto a vivir cosas que me afligen,
que sólo Tú has logrado que olvide,
que perdone y vuelva a creer en mí misma.
Pero hoy vengo a hablarte de mis cosas,
de las que en este tiempo no te he contado,
porque hay veces que amanezco desganada,
asqueada del mundo y la forma en que vivo.
Ayúdame por favor a encontrar la fe perdida,
a volver a ser sensible al dolor ajeno,
a volver a valorar la más tierna sonrisa,
y a volver a sentir la tibieza de un beso.
Hoy quiero brindarte una oración en silencio,
darte las gracias por compartir conmigo mis cosas,
por darme esa fortaleza de levantarme siempre,
cuando en momentos amargos, he caído.
Ayúdame a perdonar a quien me ha herido,
a pedir perdón a quien he insultado sin motivo,
a volver a vivir ilusiones ya perdidas
y aprender a compartir mis sentimientos, mi vida.
No sé qué haría sin Ti, no lo sabría,
moriría lentamente de desesperanzas vividas,
no tendría esa Luz Divina que me alivia,
esa Paz que Tú me das, y que en nadie más hallaría.
Por eso hoy necesito volver al Camino perdido
de volver a confesarte mis penas y alegrías
prometo no volver a alejarme de Ti nunca
y brindarte una oración de amor todos los días.
Hoy aprendí a valorar tu amor hacia mí, infinito.
Gracias por contar con tu presencia,
por estar ahí, siempre conmigo,
porque hoy aprendí, que no hay amor más puro
Al hacerme encontrar de nuevo el Buen Camino,
ni amor más eterno, que el que Tú me brindas.
Bendito seas Dios, por ser mi amigo...
Las Bienaventuranzas
.
"Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien
y os persigan y digan con mentira toda clase de mal
contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa
será grande en los cielos".
"Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien
y os persigan y digan con mentira toda clase de mal
contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa
será grande en los cielos".
Tú, ángel de Dios, que estás a cargo de mí,
Desde el querido Padre de la misericordia,Hasta el Rey pastor del aprisco de los santos,Haz la ronda alrededor de mí esta noche.
Aparta de mí toda tentación y peligro,
Rodéame en medio del mar de injusticia,
Y en los pasos angostos, retorcidos y tortuosos,
Mantén mi barquilla, manténla siempre.
Sé una llama brillante delante de mí,
Sé una estrella que me oriente encima de mí,
Sé un suave sendero delante de mí,
Y sé un benévolo pastor detrás de mí,
Hoy, esta noche y siempre.
Estoy cansado y soy extranjero,
Condúceme a la tierra de los ángeles;
Pues es tiempo de ir al hogar
A la corte de Cristo, a la paz del Cielo.
P. Javier Leoz
Reina de las Maravillas.
Regálame en este día,
hacerme pequeñito,
y siempre ser tu verdadero hijo,
para llegar algún día al Dios de la Vida.
Amén.
En cada día se puede rezar un
Padrenuestro, Ave María y Gloria.
Día segundo
María, princesa desde niña,
sobre la tierra sería ya nuestra guía
y en Tí resplandecería
el cumplimiento de las profecías.
Oh! mi dulce compañía,
guía a este siervo pequeñito,
que nada sería si en él no estaría
la Luz Divina.
Amén.
Día tercero
Vaso purísimo!, Estrella mía!
que hilabas en tu Seno, como Virgen Inmaculada,
al Dios que amabas,
que por Él suspirabas
y que brillaba, en una Niña Casta
que se esposaba como Inmaculada.
Haz que la pureza en mí resplandezca
y que inunde toda la tierra que parece desierta.
Amén.
Día cuarto
Oh, María! del mismo Dios alegría.
Oh, María! a la que el ángel saludaría
y le confiaría la más hermosa noticia,
que en Tí viviría el Dios de la Vida,
el Mesías esperado,
ya anunciado y por los corazones anhelado.
Oh, Lirio Perfumado! por el Señor siempre Santo!
haced que digamos siempre “Sí” y vivamos para Tí,
pues el Buen Dios a Tí nos dió
y desde la Encarnación te señaló
como Corredentora para nos.
Amén.
Día quinto
Madre mía, bella María!
que en tus brazos acunarías,
al Sol que iluminaría nuestras pobres vidas.
Oh, María! cuyos ojos mirarían
con dulzura infinita al Niño que padecería
y nos redimiría en la Cruz un día.
Haz que seamos mansos y humildes de corazón
como lo fue siempre Nuestro Señor.
Amén.
Día sexto
Oh, Madre de Redención!
cáliz de amor!
llévanos al Salvador,
misterio de alegría en el corazón
y en el que palpita la alabanza al Padre Creador.
Haz que la esperanza inunde nuestra alma,
pues es nuestro Dios, escudo de Salvación,
quien es nuestra protección
ya que con Su Sangre nos cubrió
y nos enseñó lo que es el verdadero amor.
Amén.
Día séptimo
Oh, María!, Señora mía!
enséñame en este día,
lo que la caridad sería,
para llegar algún día
a la Tierra Prometida!.
Oh, María!, Rosa Castísima!
muéstrame el camino de la verdad
para que llegue a la santidad
Amén.
Día octavo
Oh, María!, Auxiliadora mía!
haced que el Espíritu Santo,
sea derramado
en esta pobre vasija de barro
y que sea por Él llenada
para purificarla y habitarla,
labrándola a tu semejanza.
Amén.
Día noveno
Oh, Amadísima! oh, Madre mía!
oh, Virgen María!
a la que los ángeles subirían
al Cielo con singular alegría.
Oh María, pináculo de amor!.
Oh, María!
reina hoy en cada corazón,
dándonos tu Inmaculado Corazón,
como Reina del Cielo y la tierra que sos!.
Oh, María, postrado ante Vos,
sólo tuyo soy, como esclavo de amor.
Amén.
Desde el querido Padre de la misericordia,Hasta el Rey pastor del aprisco de los santos,Haz la ronda alrededor de mí esta noche.
Aparta de mí toda tentación y peligro,
Rodéame en medio del mar de injusticia,
Y en los pasos angostos, retorcidos y tortuosos,
Mantén mi barquilla, manténla siempre.
Sé una llama brillante delante de mí,
Sé una estrella que me oriente encima de mí,
Sé un suave sendero delante de mí,
Y sé un benévolo pastor detrás de mí,
Hoy, esta noche y siempre.
Estoy cansado y soy extranjero,
Condúceme a la tierra de los ángeles;
Pues es tiempo de ir al hogar
A la corte de Cristo, a la paz del Cielo.
Señor, quédate conmigo este día, y guía mis pensamientos y mis deseos, mis acciones y mis proyectos.
Guía mis pasos para que caminen ligeros al encuentro de los cansados y desanimados.
Guía mis manos para que acompañe a aquellos que se perdieron en el camino.
Ilumina mis ojos y vuelva atentos mis oídos al clamor de mis hermanos.
Padre nuestro, deposito en tu protección mi descanso y el de todos mis amigos y seres queridos.
Coloco en tus manos nuestra tierra, nuestras ciudades, nuestro mundo tan azotado por la violencia, por las catástrofes, por las guerras y por las injusticias...
Que siempre pueda, por tu gracia, abrir las manos para compartir lo que soy y lo que tengo
y con tu ayuda pueda ver aparecer la aurora de un mundo nuevo.
y con tu ayuda pueda ver aparecer la aurora de un mundo nuevo.
Gracias, Señor.
Amén.
Oración al Santo Cristo de la Salud
¡Oh dulcísimo Jesús crucificado, hijo unigénito del Eterno Padre, y de la Inmaculada Virgen María! Como pobre vengo a Vos, que sois misericordioso, como criatura enferma, a Vos que sois el médico verdadero y único dador de salud, pues eso significa vuestro sacrosanto Nombre Jesús; no permitáis Señor, pues que yo me aparte de vuestros pies sin consuelo y sin remedio; concededme lo que humildemente os pido por vuestro adorable Corazón, y el de vuestra amante Madre; no atendáis a mis culpas, que os obligarán a abandonarme; atender a vuestros méritos, que así me haréis merecedor.
Con éstos, pues, supremos méritos vuestros, junto con mis deprecaciones, esperando conseguir por ellos, lo que por los míos nunca podré alcanzar.
Y desde ahora para siempre os doy las debidas gracias, por el buen favor que confió habré de obtener de vuestra misericordia, la cual sea alabada eternamente.
Amén.
¡Hazme bienaventurado, Señor!
P. Javier Leoz
Con las antenas de mi vida, en dirección a Ti y, descubriendo que, en la pobreza de espíritu brota la riqueza que Tú quieres en mí.
Abriéndome a Ti, para no perderme y sabiendo que, la felicidad, no siempre se alcanza en lo que el mundo me ofrece.
Que, en el dolor, sepa descubrir tu mano y, en el de los demás, que salga a su encuentro la mía. Que, en el llanto, llore mi alma solidaria y, en la persecución, sepa sentir tu presencia.
¡Hazme bienaventurado, Señor!
Sencillo y humilde, para, desde la simplicidad y la fidelidad, encontrarte y hacerte de mi vida mi confidente; y, en la tribulación, fuerte y combativo para que nunca la cruz sea más grande que mis fuerzas, para soportarla y hacerle frente.
¡Hazme bienaventurado, Señor!
Imprime en mi corazón el color de tu amor y, en mi alma, el brillo del Evangelio,
en mis pies la huella que marcan tus caminos y, en mis ojos, el deseo de mirarte para no perderte.
¡Hazme bienaventurado, Señor!
Feliz, por estar junto a Ti. Feliz, de hacer lo que te gusta a Ti. Feliz, por ir contracorriente. ¡Hazme bienaventurado, Señor.
Que no me canse, Señor
Que, en el dolor, sepa descubrir tu mano y, en el de los demás, que salga a su encuentro la mía. Que, en el llanto, llore mi alma solidaria y, en la persecución, sepa sentir tu presencia.
¡Hazme bienaventurado, Señor!
Sencillo y humilde, para, desde la simplicidad y la fidelidad, encontrarte y hacerte de mi vida mi confidente; y, en la tribulación, fuerte y combativo para que nunca la cruz sea más grande que mis fuerzas, para soportarla y hacerle frente.
¡Hazme bienaventurado, Señor!
Imprime en mi corazón el color de tu amor y, en mi alma, el brillo del Evangelio,
en mis pies la huella que marcan tus caminos y, en mis ojos, el deseo de mirarte para no perderte.
¡Hazme bienaventurado, Señor!
Feliz, por estar junto a Ti. Feliz, de hacer lo que te gusta a Ti. Feliz, por ir contracorriente. ¡Hazme bienaventurado, Señor.
Que no me canse, Señor
P. Javier Leoz
De proclamar tu Reino, de verdad y de justicia, ante tanta mentira e insolidaridad.
De recorrer, caminos y valles, aunque, a veces, sienta que los oídos no escuchan,
ni los corazones de los hombres te aman como debieran.
Que no me canse, Señor.
De pregonar, la salud que nos traes, frente a la enfermedad y el pesimismo, el desencanto o la apatía por la vida. De llevar tu luz, Señor, donde la oscuridad reina
y, donde la tiniebla, confunde lo malo con lo bueno.
Que no me canse, Señor.
De decirte “si” cuando, mi interior, me empuje a desertar de tus sendas, o a no ser valiente en mis decisiones. De anunciar tu Palabra que salva y, luego, de llevarla a mi vida. De seguir tus pasos y tus huellas, y alejarme de otras que son polvo y nada.
Que no me canse, Señor.
De regresar de caminos equivocados. De pedir perdón por los errores cometidos.
De ser más humilde y menos soberbio. De caminar hacia la santidad, y de luchar contra mi propia mediocridad.
¡Que no me canse, de Ti, Señor!
Anónimo
Qué difícil es mirar a los ojos a alguien y decirle "Te amo", todos los días.
Qué difícil encontrar que la vida tal y como es, es maravillosa... y no renegar de aquello que no tenemos.
Qué difícil voltear atrás y recordar todo lo bello que ha pasado... pero solo tomarlo como un recuerdode lo bello que está por ocurrirnos.
Qué difícil es decirle adiós a alguien que ya no está contigo... pero si no lo haces su recuerdo lo mantendrá más alejado de ti.
Qué difícil aceptar que a veces nos equivocamos... es la señal inequívoca de que aun somos humanos.
Qué difícil amar sin condiciones y no esperar que te amen de la misma manera... ya que solo el verdadero amor da sin esperar nada a cambio.
Qué difícil recordar todo aquello que no hicimos por "falta tiempo"... habrá que entender que la vida es hoy. El tiempo... el tiempo puede esperar.
Qué difícil voltear a tu alrededor y ver sólo unos cuantos cercanos a ti... y ver qué hermoso es que tengas gente que te aprecia y te quiere.
Es triste mirar dentro del espejo del alma y descubrir que está vacío... pero que una sola sonrisa o palabra puede llenar ese vacío de amor.
Qué difícil imaginar esa "Vida Perfecta" que a todos nos tocaría tener... cuando la realidad es que vivimos una perfecta vida desde el momento mismo
en que el día de hoy te levantaste... vivo.
No se trata de que las cosas sean difíciles, somos nosotros mismos los que lo hacemos más duro
Pero no soy menos deudor tuyo por todos aquellos males que no hice,
porque, ciertamente, el mal que no hice no lo hice porque tú me conducías, quitándome el poder de realizarlo, o rectificando mi voluntad, o dándome la fuerza de resistir.
Mas, ¿qué haré Señor Dios mío,
por todo aquello con lo que por tu justo juicio toleras todavía que tu servidor, el hijo de tu sierva, sea atormentado y abatido?
Innumerables son las razones, Señor, por las que mi alma pecadora se inquieta ante tu mirada
y, no obstante eso, mi contrición y mi vigilancia están muy lejos de ser las que serían necesarias o las que mi voluntad desearía.
y poder acusarme mejor, condenarme más severamente y castigarme no sólo por mis pecados, sino también por los de los demás?
Pero ¿valía la pena —oh piadosísimo— que, para tener un motivo más evidente para castigar con mayor severidad a un pecador, expusieras tantas y tales almas?
En efecto, ¿hay un peligro mayor para los discípulos que un superior necio y pecador? ¿O bien —y esto me parece más digno de tu gran bondad y lo experimento dulcemente— pusiste al frente de tu familia un hombre tal para que tu misericordia se haga manifiesta y evidente tu sabiduría?
¿Tuviste a bien gobernar a tu familia por un hombre tal, que nada procediera de él, sino de la grandeza de tu poder,
para que el sabio no se gloríe de su sabiduría ni el fuerte de su fortaleza,
porque cuando gobiernan bien a tu pueblo, eres tú, en realidad, el que gobierna?
Entonces, no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre da la gloria.
mientras toleras que los presida, me mandas cuidar de ellos y orar por ellos con dedicación.
Entonces, Señor, no me postro en oración ante tu rostro apoyado en mis méritos, sino en tu gran misericordia;
de modo que donde callan los méritos, clama el deber.
Que tus ojos estén sobre mí y tus oídos escuchen mi oración.
Pero como la ley prescribe que el deber del sacerdote es orar primero por sí mismo y luego ofrecer el sacrificio por el pueblo,
yo inmolo a tu majestad este humilde sacrificio de oración en primer lugar por mis propios pecados.
Y que tu dulce gracia me dé el poder y la fuerza necesarios para luchar
contra los vicios y las malas pasiones que todavía asaltan mi alma,
ya sea por una pésima costumbre inveterada,
ya por mis infinitas negligencias cotidianas, ya por la debilidad de mi naturaleza viciada y corrompida
o por la tentación oculta de los espíritus malignos,
a fin de que no consienta en ellas, ni reinen en mi cuerpo mortal,
ni les entregue mis miembros para convertirlos en armas de injusticia,
hasta que cures perfectamente mis debilidades,
cicatrices mis heridas y corrijas mis deformidades.
Descienda a mi corazón tu Espíritu de bondad y de dulzura, y se prepare allí una morada,
purificándolo de toda mancha de la carne y del espíritu,
e infundiéndole un aumento de fe, de esperanza y de caridad,
de compunción, de piedad y de delicadeza.
Qué Él extinga con el rocío de su bendición el fuego de las concupiscencias
y destruya con su poder los impulsos impuros y los afectos carnales.
Que me conceda fervor y discernimiento en los trabajos, en las vigilias, en las abstinencias,
y voluntad generosa y eficaz para que te ame, te alabe,
ore y medite, obre y piense según tu deseo.
Y que persevere en todo esto hasta el fin de mi vida.
Pero hay otras cosas de las que tengo necesidad no sólo para mí,
sino también para aquellos a quienes me mandas servir más bien que dominar.
Uno de los antiguos te pidió cierta vez que le concedieras sabiduría para saber gobernar a tu pueblo.
Era un rey y su pedido te agradó y escuchaste su voz,
y sin embargo todavía no habías muerto en la cruz ni habías mostrado a tu pueblo esa admirable caridad.
He aquí, dulce Señor, he aquí en tu presencia tu Pueblo elegido,
que tiene ante sus ojos tu cruz y los signos de tu pasión.
Y a este pecador, tu siervo, le has encomendado que lo conduzca.
Dios mío, tú conoces mi ignorancia y no te es desconocida mi debilidad.
Por eso no te pido, dulce Señor, que me des oro, ni plata, ni piedras preciosas,
sino la sabiduría, para que sepa conducir a tu Pueblo.
Envíala, oh fuente de sabiduría, desde el trono de tu grandeza, para que esté conmigo, conmigo trabaje, conmigo obre;
que ella hable en mí y disponga mis pensamientos, mis palabras y todas mis acciones y proyectos según tu beneplácito,
para honor de tu nombre, para progreso de ellos y para mi propia salvación.
Y ya que les diste este guía ciego, este doctor ignorante, este jefe insensato —al menos por ellos, si no lo haces por mí—,
enseña al que has establecido como doctor, guía al que mandaste que guiara a otros, gobierna al que estableciste como jefe.
Enséñame, pues, dulce Señor, a corregir a los inquietos, a consolar a los pusilánimes, a ayudar a los débiles, a cada uno según su naturaleza, su conducta, sus inclinaciones, su capacidad o su simplicidad; según las circunstancias de lugar y tiempo, ayúdame a adaptarme a cada uno, según te parezca conveniente.
Y ya que por mi debilidad física, o por la pusilanimidad de mi espíritu, o por los vicios de mi corazón, los edifico muy poco o prácticamente nada con mi trabajo, mis vigilias o mi abstinencia, te ruego, por tu abundante misericordia, que sean edificados por mi humildad, mi caridad, mi paciencia y misericordia.
Que los edifique mi palabra y mi doctrina, y que mi oración los ayude siempre.
escucha la oración que hago por ellos;
a ella me obliga mi cargo,
me invita el afecto
y me anima la consideración de tu benignidad.
Tú sabes, dulce Señor, cuánto los amo, que mi corazón les pertenece y mi afecto se derrama sobre ellos.
Tú sabes, Señor mío, que no los gobierno con rigor ni con un espíritu de dominio,
que he elegido servirlos en caridad antes que dominar sobre ellos;
que la humildad me impulsa a someterme a ellos
y el afecto a estar entre ellos como uno de ellos.
Escúchame, pues, escúchame, Señor, Dios mío,
y que tus ojos estén abiertos sobre ellos día y noche.
Despliega, piadosísimo, tus alas y protégelos;
extiende tu diestra santa y bendícelos;
derrama en sus corazones tu Santo Espíritu
y que Él los conserve en la unidad del Espíritu y el vínculo de la paz,
en la castidad de la carne y en la humildad del alma.
Que ese mismo Espíritu asista a los que oran
y colme sus entrañas con la sustancia y la manteca de tu amor;
que restaure sus almas por la suavidad de la compunción
e ilumine su corazón con la luz de tu gracia;
que la esperanza los aliente,
el temor los haga humildes,
la caridad los inflame.
Que Él les sugiera las oraciones que deseas escuchar.
Que ese tu dulce Espíritu esté en el interior de los que meditan, a fin de que,
iluminados por Él,
te conozcan e impriman en su memoria a Aquel a quien invocan en las adversidades y consultan en las dudas.
Que este piadoso Consolador venga en socorro de los que luchan en la tentación
y ayude su debilidad en las angustias y tribulaciones de esta vida.
Que bajo la acción de tu Espíritu, dulce Señor,
tengan paz en sí mismos,
entre ellos y conmigo;
que sean modestos, benévolos,
que se obedezcan, se sirvan y se soporten mutuamente.
Que sean de espíritu ferviente,
gozosos en la esperanza,
siempre pacientes en la pobreza, la abstinencia, los trabajos y las vigilias, en el silencio y el recogimiento.
Aparta de ellos, Señor, el espíritu de soberbia y de vanagloria.
de envidia y de tristeza, de acedia y de blasfemia,
de desesperación y desconfianza, de fornicación y de impureza,
de presunción y de discordia.
Permanece en medio de ellos según tu promesa que no falla,
y ya que sabes qué es lo que necesita cada uno,
te ruego que fortalezcas en ellos lo que es débil y no rechaces lo que es flaco,
que cures lo que está enfermo, alegres las tristezas, reanimes a los tibios,
confirmes a los inestables:
para que cada uno sienta que tu gracia no le falta en sus necesidades y tentaciones.
la debilidad de nuestro pobre cuerpo durante esta vida miserable,
provee de ellos a tus siervos en la medida que quieras y te parezca conveniente.
Una sola cosa pido, Señor mío, a tu dulcísima piedad:
que, ya sean pocos, ya sean muchos,
hagas de mí, tu siervo, un fiel dispensador
que distribuya con discernimiento y administre con prudencia todo lo que nos das.
Inspíralos también a ellos, Dios mío,
para que soporten con paciencia cuando no les has dado
y usen con moderación lo que les das;
y que con respecto a mí,
que soy tu servidor y también el de ellos por tu causa,
siempre crean y sientan lo que sea útil para ellos;
que me amen y me teman en la medida que tú juzgues que les conviene.
que nada los arrebate de tu mano ni de la mano de tu servidor a quien los encomendaste,
sino que perseveren con éxito en su santo propósito, y perseverando en él obtengan la Vida eterna,
gracias a tu auxilio, dulcísimo Señor nuestro, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Qué difícil encontrar que la vida tal y como es, es maravillosa... y no renegar de aquello que no tenemos.
Qué difícil voltear atrás y recordar todo lo bello que ha pasado... pero solo tomarlo como un recuerdode lo bello que está por ocurrirnos.
Qué difícil es decirle adiós a alguien que ya no está contigo... pero si no lo haces su recuerdo lo mantendrá más alejado de ti.
Qué difícil aceptar que a veces nos equivocamos... es la señal inequívoca de que aun somos humanos.
Qué difícil amar sin condiciones y no esperar que te amen de la misma manera... ya que solo el verdadero amor da sin esperar nada a cambio.
Qué difícil recordar todo aquello que no hicimos por "falta tiempo"... habrá que entender que la vida es hoy. El tiempo... el tiempo puede esperar.
Qué difícil voltear a tu alrededor y ver sólo unos cuantos cercanos a ti... y ver qué hermoso es que tengas gente que te aprecia y te quiere.
Es triste mirar dentro del espejo del alma y descubrir que está vacío... pero que una sola sonrisa o palabra puede llenar ese vacío de amor.
Qué difícil imaginar esa "Vida Perfecta" que a todos nos tocaría tener... cuando la realidad es que vivimos una perfecta vida desde el momento mismo
en que el día de hoy te levantaste... vivo.
No se trata de que las cosas sean difíciles, somos nosotros mismos los que lo hacemos más duro
Oración pastoral
1. Llamado al buen Pastor
Oh Jesús, buen pastor,
pastor bueno, pastor clemente, pastor lleno de ternura,
a ti clama un pastor
pobre y miserable, un pastor débil, ignorante e inútil, pero, de todos modos,
pastor de tus ovejas.
A ti, digo, oh buen
pastor, clama este pastor que no es bueno;
a ti clama, angustiado
por sí mismo, angustiado por sus ovejas.
2. Acto de contrición
Cuando recuerdo, en la
amargura de mi alma, mis años pasados,
me lleno de temor y me
estremezco al solo nombre de pastor:
ciertamente sería una
insensatez si no me sintiera totalmente indigno de él.
Pero tu santa
misericordia está sobre mí para arrancar mi alma miserable de las profundidades
del abismo,
tú que tienes
misericordia del que quieres y la concedes a quien te agrada,
y de tal modo perdonas
los pecados que no castigas por venganza
ni llenas de confusión
con tus reprensiones,
ni amas menos a los que
amonestas:
sin embargo permanezco
confundido y conturbado, pues, si bien recuerdo tu bondad, no puedo olvidar mis
ingratitudes.
Aquí está, aquí está en
tu presencia la confesión de mi corazón,
la confesión de mis
innumerables crímenes, de cuyo dominio tu misericordia quiso liberar a mi pobre
alma.
Por todo esto, mis
entrañas te dan gracias y te alaban con todas sus fuerzas.
Pero no soy menos deudor tuyo por todos aquellos males que no hice,
porque, ciertamente, el mal que no hice no lo hice porque tú me conducías, quitándome el poder de realizarlo, o rectificando mi voluntad, o dándome la fuerza de resistir.
Mas, ¿qué haré Señor Dios mío,
por todo aquello con lo que por tu justo juicio toleras todavía que tu servidor, el hijo de tu sierva, sea atormentado y abatido?
Innumerables son las razones, Señor, por las que mi alma pecadora se inquieta ante tu mirada
y, no obstante eso, mi contrición y mi vigilancia están muy lejos de ser las que serían necesarias o las que mi voluntad desearía.
3. Examen sobre el servicio pastoral
Te confieso, Jesús mío,
salvador mío, esperanza mía, consuelo mío;
te confieso, Dios mío,
que no estoy tan contrito y lleno de temor como debería por el pasado, ni me
preocupo por el presente como convendría.
¡Y tú, dulce Señor, has
establecido a este hombre sobre tu familia,
sobre las ovejas de tu
rebaño!
A mí, que tengo tan poco
cuidado de mí mismo, me mandas cuidar de ellos;
a mí, que no alcanzo a
orar por mis propios pecados, me mandas orar por ellos;
a mí, que apenas me he
instruido a mí mismo, me mandas que les enseñe a ellos.
Desdichado de mí, ¿qué
he hecho, qué he emprendido, en qué he consentido? Pero sobre todo tú, Señor,
¿qué has dejado que hagan de este miserable?
Pero dime, dulce Señor,
¿no es ésta tu familia, tu pueblo elegido,
que por segunda vez
hiciste salir de Egipto, que creaste y redimiste?
Luego los reuniste de
todas las naciones
y los hiciste habitar
unidos fraternalmente en esta casa.
¿Por qué entonces, oh
fuente de misericordia, siendo lo que son,
tan caros para ti, has
querido encomendármelos a mí,
que soy tan despreciable
a tus ojos?
y poder acusarme mejor, condenarme más severamente y castigarme no sólo por mis pecados, sino también por los de los demás?
Pero ¿valía la pena —oh piadosísimo— que, para tener un motivo más evidente para castigar con mayor severidad a un pecador, expusieras tantas y tales almas?
En efecto, ¿hay un peligro mayor para los discípulos que un superior necio y pecador? ¿O bien —y esto me parece más digno de tu gran bondad y lo experimento dulcemente— pusiste al frente de tu familia un hombre tal para que tu misericordia se haga manifiesta y evidente tu sabiduría?
¿Tuviste a bien gobernar a tu familia por un hombre tal, que nada procediera de él, sino de la grandeza de tu poder,
para que el sabio no se gloríe de su sabiduría ni el fuerte de su fortaleza,
porque cuando gobiernan bien a tu pueblo, eres tú, en realidad, el que gobierna?
Entonces, no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre da la gloria.
4. Introducción a la oración por sí mismo y por sus ovejas
Cualquiera que haya sido tu intención al ponerme o dejar que me pusieran en este cargo a mí, indigno y pecador,mientras toleras que los presida, me mandas cuidar de ellos y orar por ellos con dedicación.
Entonces, Señor, no me postro en oración ante tu rostro apoyado en mis méritos, sino en tu gran misericordia;
de modo que donde callan los méritos, clama el deber.
Que tus ojos estén sobre mí y tus oídos escuchen mi oración.
Pero como la ley prescribe que el deber del sacerdote es orar primero por sí mismo y luego ofrecer el sacrificio por el pueblo,
yo inmolo a tu majestad este humilde sacrificio de oración en primer lugar por mis propios pecados.
5. Oración por sí mismo
Estas son, Señor, las
heridas de mi alma.
Tu mirada viva y eficaz
todo lo ve,
y alcanza hasta la
división del alma y del espíritu.
Tú ves, ciertamente, en
mi alma, Señor mío,
ves las huellas de mis
pecados pasados, y los peligros presentes
y también las causas y
las ocasiones de los futuros.
Ves todo esto, Señor, y
deseo que lo veas.
Sabes también, tú que
escrutas mi corazón,
que no hay nada en mi
alma que yo quiera ocultar a tus ojos,
aun cuando fuera posible
eludir tu mirada.
¡Ay de aquellos que
desean esconderse de ti!
No lograrán ocultarse y,
en lugar de ser sanados, serán castigados por ti.
Mírame, dulce Señor,
mírame.
Yo espero en tu piedad,
oh misericordiosísimo,
porque como médico
compasivo miras para curar,
como maestro lleno de
bondad para corregir,
como padre indulgente
para perdonar.
Esto es lo que te pido,
oh fuente de piedad,
confiando en tu
misericordia omnipotente
y en tu omnipotencia
misericordiosísima:
que con el poder de tu
Nombre suavísimo
y por el misterio de tu
santa humanidad,
perdones mis pecados y
sanes las enfermedades de mi alma,
acordándote de tu bondad
y olvidando mi ingratitud.
Y que tu dulce gracia me dé el poder y la fuerza necesarios para luchar
contra los vicios y las malas pasiones que todavía asaltan mi alma,
ya sea por una pésima costumbre inveterada,
ya por mis infinitas negligencias cotidianas, ya por la debilidad de mi naturaleza viciada y corrompida
o por la tentación oculta de los espíritus malignos,
a fin de que no consienta en ellas, ni reinen en mi cuerpo mortal,
ni les entregue mis miembros para convertirlos en armas de injusticia,
hasta que cures perfectamente mis debilidades,
cicatrices mis heridas y corrijas mis deformidades.
Descienda a mi corazón tu Espíritu de bondad y de dulzura, y se prepare allí una morada,
purificándolo de toda mancha de la carne y del espíritu,
e infundiéndole un aumento de fe, de esperanza y de caridad,
de compunción, de piedad y de delicadeza.
Qué Él extinga con el rocío de su bendición el fuego de las concupiscencias
y destruya con su poder los impulsos impuros y los afectos carnales.
Que me conceda fervor y discernimiento en los trabajos, en las vigilias, en las abstinencias,
y voluntad generosa y eficaz para que te ame, te alabe,
ore y medite, obre y piense según tu deseo.
Y que persevere en todo esto hasta el fin de mi vida.
6. Pide especialmente la sabiduría
Todas estas cosas ciertamente me son necesarias a mí mismo, oh esperanza mía.Pero hay otras cosas de las que tengo necesidad no sólo para mí,
sino también para aquellos a quienes me mandas servir más bien que dominar.
Uno de los antiguos te pidió cierta vez que le concedieras sabiduría para saber gobernar a tu pueblo.
Era un rey y su pedido te agradó y escuchaste su voz,
y sin embargo todavía no habías muerto en la cruz ni habías mostrado a tu pueblo esa admirable caridad.
He aquí, dulce Señor, he aquí en tu presencia tu Pueblo elegido,
que tiene ante sus ojos tu cruz y los signos de tu pasión.
Y a este pecador, tu siervo, le has encomendado que lo conduzca.
Dios mío, tú conoces mi ignorancia y no te es desconocida mi debilidad.
Por eso no te pido, dulce Señor, que me des oro, ni plata, ni piedras preciosas,
sino la sabiduría, para que sepa conducir a tu Pueblo.
Envíala, oh fuente de sabiduría, desde el trono de tu grandeza, para que esté conmigo, conmigo trabaje, conmigo obre;
que ella hable en mí y disponga mis pensamientos, mis palabras y todas mis acciones y proyectos según tu beneplácito,
para honor de tu nombre, para progreso de ellos y para mi propia salvación.
7. Entrega al servicio y pedido de asistencia para el bien de todos
Conoces mi corazón,
Señor:
todo lo que has dado a
tu servidor quiero consagrarlo a ellos sin reservas
y entregarlo a su
servicio.
Sobre todo, quiero
consagrarme yo mismo a ellos de corazón.
¡Que así sea, Señor mío,
que así sea!
Mis sentimientos y mis
palabras, mi reposo y mi trabajo,
mis actos y mis
pensamientos, mis éxitos y mis fracasos,
mi vida y mi muerte, mi
salud y mi enfermedad, absolutamente todo lo
que soy, lo que vivo, lo que
siento, lo que comprendo, que todo esté consagrado
y todo se entregue al servicio de aquellos por quienes
tú mismo no has desdeñado entregarte.
Enséñame, Señor, a mí,
tu servidor:
enséñame, te ruego, por
tu Espíritu Santo,
cómo consagrarme a ellos
y cómo entregarme a su servicio.
Concédeme, Señor, por tu
gracia inefable,
soportar con paciencia
sus debilidades,
compadecerlos con bondad
y ayudarlos con discernimiento.
Que aprenda, en la
escuela de tu Espíritu, a consolar a los que
están tristes, a reconfortar a los
pusilánimes, a levantar a los que han caído, a ser débil con los
débiles, a abrasarme con los que sufren escándalo, a hacerme todo con todos
para ganar a todos.
Pon en mi boca una
palabra verdadera, justa y agradable,
para que sean edificados
en la fe, esperanza y caridad, en la castidad y la
humildad, en la paciencia y la obediencia,
en el fervor del
espíritu y la devoción del corazón.
Y ya que les diste este guía ciego, este doctor ignorante, este jefe insensato —al menos por ellos, si no lo haces por mí—, enseña al que has establecido como doctor, guía al que mandaste que guiara a otros, gobierna al que estableciste como jefe.
Enséñame, pues, dulce Señor, a corregir a los inquietos, a consolar a los pusilánimes, a ayudar a los débiles, a cada uno según su naturaleza, su conducta, sus inclinaciones, su capacidad o su simplicidad; según las circunstancias de lugar y tiempo, ayúdame a adaptarme a cada uno, según te parezca conveniente.
Y ya que por mi debilidad física, o por la pusilanimidad de mi espíritu, o por los vicios de mi corazón, los edifico muy poco o prácticamente nada con mi trabajo, mis vigilias o mi abstinencia, te ruego, por tu abundante misericordia, que sean edificados por mi humildad, mi caridad, mi paciencia y misericordia.
Que los edifique mi palabra y mi doctrina, y que mi oración los ayude siempre.
8. Oración por las ovejas. Pedido del Espíritu Santo
Escúchame entonces, misericordioso Dios nuestro,escucha la oración que hago por ellos;
a ella me obliga mi cargo,
me invita el afecto
y me anima la consideración de tu benignidad.
Tú sabes, dulce Señor, cuánto los amo, que mi corazón les pertenece y mi afecto se derrama sobre ellos.
Tú sabes, Señor mío, que no los gobierno con rigor ni con un espíritu de dominio,
que he elegido servirlos en caridad antes que dominar sobre ellos;
que la humildad me impulsa a someterme a ellos
y el afecto a estar entre ellos como uno de ellos.
Escúchame, pues, escúchame, Señor, Dios mío,
y que tus ojos estén abiertos sobre ellos día y noche.
Despliega, piadosísimo, tus alas y protégelos;
extiende tu diestra santa y bendícelos;
derrama en sus corazones tu Santo Espíritu
y que Él los conserve en la unidad del Espíritu y el vínculo de la paz,
en la castidad de la carne y en la humildad del alma.
Que ese mismo Espíritu asista a los que oran
y colme sus entrañas con la sustancia y la manteca de tu amor;
que restaure sus almas por la suavidad de la compunción
e ilumine su corazón con la luz de tu gracia;
que la esperanza los aliente,
el temor los haga humildes,
la caridad los inflame.
Que Él les sugiera las oraciones que deseas escuchar.
Que ese tu dulce Espíritu esté en el interior de los que meditan, a fin de que,
iluminados por Él,
te conozcan e impriman en su memoria a Aquel a quien invocan en las adversidades y consultan en las dudas.
Que este piadoso Consolador venga en socorro de los que luchan en la tentación
y ayude su debilidad en las angustias y tribulaciones de esta vida.
Que bajo la acción de tu Espíritu, dulce Señor,
tengan paz en sí mismos,
entre ellos y conmigo;
que sean modestos, benévolos,
que se obedezcan, se sirvan y se soporten mutuamente.
Que sean de espíritu ferviente,
gozosos en la esperanza,
siempre pacientes en la pobreza, la abstinencia, los trabajos y las vigilias, en el silencio y el recogimiento.
Aparta de ellos, Señor, el espíritu de soberbia y de vanagloria.
de envidia y de tristeza, de acedia y de blasfemia,
de desesperación y desconfianza, de fornicación y de impureza,
de presunción y de discordia.
Permanece en medio de ellos según tu promesa que no falla,
y ya que sabes qué es lo que necesita cada uno,
te ruego que fortalezcas en ellos lo que es débil y no rechaces lo que es flaco,
que cures lo que está enfermo, alegres las tristezas, reanimes a los tibios,
confirmes a los inestables:
para que cada uno sienta que tu gracia no le falta en sus necesidades y tentaciones.
9. Oración por los bienes materiales
Finalmente, en cuanto a los bienes temporales con los cuales se debe sostenerla debilidad de nuestro pobre cuerpo durante esta vida miserable,
provee de ellos a tus siervos en la medida que quieras y te parezca conveniente.
Una sola cosa pido, Señor mío, a tu dulcísima piedad:
que, ya sean pocos, ya sean muchos,
hagas de mí, tu siervo, un fiel dispensador
que distribuya con discernimiento y administre con prudencia todo lo que nos das.
Inspíralos también a ellos, Dios mío,
para que soporten con paciencia cuando no les has dado
y usen con moderación lo que les das;
y que con respecto a mí,
que soy tu servidor y también el de ellos por tu causa,
siempre crean y sientan lo que sea útil para ellos;
que me amen y me teman en la medida que tú juzgues que les conviene.
10. Última recomendación
Yo los entrego a tus santas manos y los confío a tu piadosa Providencia;que nada los arrebate de tu mano ni de la mano de tu servidor a quien los encomendaste,
sino que perseveren con éxito en su santo propósito, y perseverando en él obtengan la Vida eterna,
gracias a tu auxilio, dulcísimo Señor nuestro, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Oh, María sin pecado concebida!
la más Preciosa Niña,Reina de las Maravillas.
Regálame en este día,
hacerme pequeñito,
y siempre ser tu verdadero hijo,
para llegar algún día al Dios de la Vida.
Amén.
En cada día se puede rezar un
Padrenuestro, Ave María y Gloria.
Día segundo
María, princesa desde niña,
sobre la tierra sería ya nuestra guía
y en Tí resplandecería
el cumplimiento de las profecías.
Oh! mi dulce compañía,
guía a este siervo pequeñito,
que nada sería si en él no estaría
la Luz Divina.
Amén.
Día tercero
Vaso purísimo!, Estrella mía!
que hilabas en tu Seno, como Virgen Inmaculada,
al Dios que amabas,
que por Él suspirabas
y que brillaba, en una Niña Casta
que se esposaba como Inmaculada.
Haz que la pureza en mí resplandezca
y que inunde toda la tierra que parece desierta.
Amén.
Día cuarto
Oh, María! del mismo Dios alegría.
Oh, María! a la que el ángel saludaría
y le confiaría la más hermosa noticia,
que en Tí viviría el Dios de la Vida,
el Mesías esperado,
ya anunciado y por los corazones anhelado.
Oh, Lirio Perfumado! por el Señor siempre Santo!
haced que digamos siempre “Sí” y vivamos para Tí,
pues el Buen Dios a Tí nos dió
y desde la Encarnación te señaló
como Corredentora para nos.
Amén.
Día quinto
Madre mía, bella María!
que en tus brazos acunarías,
al Sol que iluminaría nuestras pobres vidas.
Oh, María! cuyos ojos mirarían
con dulzura infinita al Niño que padecería
y nos redimiría en la Cruz un día.
Haz que seamos mansos y humildes de corazón
como lo fue siempre Nuestro Señor.
Amén.
Día sexto
Oh, Madre de Redención!
cáliz de amor!
llévanos al Salvador,
misterio de alegría en el corazón
y en el que palpita la alabanza al Padre Creador.
Haz que la esperanza inunde nuestra alma,
pues es nuestro Dios, escudo de Salvación,
quien es nuestra protección
ya que con Su Sangre nos cubrió
y nos enseñó lo que es el verdadero amor.
Amén.
Día séptimo
Oh, María!, Señora mía!
enséñame en este día,
lo que la caridad sería,
para llegar algún día
a la Tierra Prometida!.
Oh, María!, Rosa Castísima!
muéstrame el camino de la verdad
para que llegue a la santidad
Amén.
Día octavo
Oh, María!, Auxiliadora mía!
haced que el Espíritu Santo,
sea derramado
en esta pobre vasija de barro
y que sea por Él llenada
para purificarla y habitarla,
labrándola a tu semejanza.
Amén.
Día noveno
Oh, Amadísima! oh, Madre mía!
oh, Virgen María!
a la que los ángeles subirían
al Cielo con singular alegría.
Oh María, pináculo de amor!.
Oh, María!
reina hoy en cada corazón,
dándonos tu Inmaculado Corazón,
como Reina del Cielo y la tierra que sos!.
Oh, María, postrado ante Vos,
sólo tuyo soy, como esclavo de amor.
Amén.