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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

sábado, 10 de agosto de 2024

RINCÓN PARA ORAR. "EL PADRE, NOS ATRAE A JESÚS". Sábado, 10 - Agosto - 2024

"Ventana abierta"

RINCÓN PARA ORAR

SOR MATILDE

EL PADRE, NOS ATRAE A JESÚS

41 Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo.»

42 Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: ¿He bajado del cielo?»

43 Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros.

44 « Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día.

45 Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.

46 No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.

47 En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna.

48 Yo soy el pan de la vida.

49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron;

50 este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.

51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.» (Jn. 6, 41-51)

El hombre no puede, cuando hay algo que no entiende de la Palabra de Dios, ponerse a criticarla. Esto da la idea de que es un insensato y cegato. Ante el Misterio, sólo cabe la adoración y la humildad de una oración pobre y rendida, por si Dios tiene a bien desvelar un poco su Ser y, dejarnos ver en algo, lo que Dios ve, y, renunciando a nuestras percepciones miopes y nubladas.

Pero Jesús, cuando habla a los judíos que murmuran, no entra en su incredulidad, pues a un corazón duro, no le es fácil dejarse penetrar por la luz de la gracia divina. Él sigue hablándoles “palabras misteriosas” y muy elevadas: “si el Padre no os atrae, no podéis venir a mí y recibir el fruto de la fe, que es la Resurrección”. Mas, no está cerrado el camino del cielo, ni siquiera para los que ven a Jesús con malos ojos. Dice la Palabra de Dios: “todos seréis discípulos del Señor”. Y, en este aprendizaje, lo más importante es “escuchar al Padre”.

Cuando nuestra escucha es sincera y quiere ver, percibimos que, el Padre, no tiene otra Palabra que ofrecernos que su Hijo querido, Jesús. Y, aquí, se nos revela que Él, no es solamente Hombre verdadero sino Dios verdadero que “ha bajado del cielo” para hablarnos de lo que ha visto y oído, desde toda la eternidad: la Gloria y el Amor del Padre.

Y, este Padre es amorosísimo, hasta inventar el darnos a su Hijo como “Pan verdadero” que, al comerlo, nos lleva a la vida eterna.

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Pero, su sabor no nos da lo que es este pan. Es, un Pan celestial cuya realidad nos la da solamente la fe. Sin fe, éste, es un pan sabroso al paladar, pero nada más porque, su final, es un lugar de desecho. Pero el Pan de Dios es la Carne del Hijo del Hombre, de Jesús. Y, esta Carne, comida con fe y devoción, nos arrastra hasta la vida eterna, hasta la presencia de Dios en el cielo.

¡Señor, danos siempre de este Pan! No es que lo comemos por lo que entendemos, sino por el amor con que lo tomamos y nos dejamos cubrir de vida de Dios, cubrir todos mis pecados, cubrir todas mis infidelidades y dudas sobre Dios. ¡Arranca de mi corazón, oh Dios, al contacto de este Pan, todas mis durezas y oscuridades! ¡No es tan difícil que yo me aparte de Ti y me vaya tras otros ídolos que, ni ven ni entienden de mi última visión de Dios en el Amor!

¡Mi ser está herido y necesita de este Pan para quedar limpio! ¡Tú Carne, Señor, ¡se ofrece a mi debilidad para sanar mis enfermedades! ¡Él es esfuerzo y salvación, pero, sobre todo, es Vida que vence toda muerte! Y, ¿qué mayor muerte y aniquilación que el pecado? Él nos introduce en los senos oscuros de la muerte. Esto, el pecador no lo percibe en los principios, porque, vivir del pecado es también engañosamente sabroso. Pero al final es una gran frustración que nos arrastra a la nada y al “no ser”: ni para mí, ni para las demás criaturas y, lo más importante, ni para Dios.

¡Señor Jesús, ten piedad de mí! ¡Dame siempre de este Pan! ¡Hazme comer de tu Carne! ¡Quiero con Ella, ver a Dios-Padre y a Ti, su Hijo Amado! ¡Qué así sea, por el amor a tu criatura! ¡Qué así sea! ¡Amén!

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