"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA DÉCIMOCUARTA
SEMANA DEL T.O. (1)
“Por eso, sed sagaces como
serpientes y sencillos como palomas”.
La primera lectura de la liturgia para hoy (Gn
46,1-7.28-30) nos narra el desenlace de la historia de José, con la salida de
Jacob y sus descendientes de la tierra de Canaán hacia Egipto, en donde se
establecerán por cuatro siglos. Este pasaje sirve de preludio a la esclavitud
en Egipto que dará paso a la figura de Moisés, que aparecerá al comienzo del
libro del Éxodo.
En la lectura evangélica (Mt 10, 16-23), Jesús
continúa las instrucciones a sus apóstoles (“los doce”) antes de enviarlos a
proclamar la Buena Noticia del Reino. Jesús les advierte que no iban a ser
recibidos bien en todos lados, que los enviaba como corderos en medio de lobos.
Jesús es consciente que Él mismo no fue bien recibido entre los suyos (Cfr.
Lc 4,24), es decir, contempla ese mismo fracaso entre las posibilidades de sus
enviados.
Jesús es también consciente que el mensaje de
amor que sus enviados van a predicar con entrega, con mansedumbre, será
rechazado y hasta combatido con brutalidad y violencia por los adversarios de
la Palabra. Los apóstoles serán de ese modo ejemplo de que el Reino de Dios se
revela en la debilidad de Jesús y de sus enviados. San Pablo recogerá ese
pensamiento cuando diga: “Él (Jesús) me respondió: ‘Te basta mi gracia, porque
mi poder triunfa en la debilidad’. Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi
debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo. Por eso, me complazco en
mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en
las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces
soy fuerte” (2 Cor 12,9-10).
Pero a pesar de que les asegura que no los
dejará solos, e inclusive que el Espíritu les sugerirá lo que tienen que decir
cuando los arresten, les instruye que sean “sagaces como serpientes y sencillos
como palomas”, que no se fíen de nadie. La mansedumbre no quiere decir que sean
incautos o tontos. Por el contrario, al utilizar el ejemplo de la serpiente y
la paloma, les dice que tienen que ser hábiles, inteligentes, cautos como la
serpiente para discernir la presencia de lobos y no provocarlos
innecesariamente, pero manteniendo al mismo tiempo la candidez, la simplicidad
de las palomas, sin dobleces ni complicaciones.
Jesús siempre es claro con los que llama a
seguirlo. El camino va a ser difícil, lleno de obstáculos, persecuciones e
insultos. El que sigue a Jesús tiene que estar consciente que su recompensa no
será en este mundo, sino en la vida eterna: “el que persevere hasta el final se
salvará”. Y esa recompensa es la “corona de gloria que no se marchita” de que
nos habla san Pedro (1 Pe 5,4).
Esas instrucciones de Jesús a los apóstoles son también para todos los que aceptamos el llamado de Jesús a participar de la misión evangelizadora. El Concilio Vaticano II dejó claramente establecido el papel de los laicos como “nuevos evangelizadores”. Ya no es una misión reservada a los ministros ordenados o consagrados (Apostilicam actuositatem) http://www.vatican.va/archive...
Nos toca a todos; a ti y a mí.
¡Atrévete!



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