"Ventana abierta"
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viernes, 31 de mayo de 2019
CUENTO SOBRE EL ÁGUILA QUE NO SABÍA VOLAR. 31 - Mayo - 2019
"Ventana abierta"
CUENTO SOBRE EL
ÁGUILA QUE NO SABÍA VOLAR
Por Quim Muñoz
Me contaron, una vez,
una historia que recuerdo a menudo. Hablaba sobre una familia de águilas
que perdieron a su hijo primogénito cuando, mientras planeaba surcando el cielo
a gran altitud, fue alcanzado por los perdigones de un cazador en su ala
derecha y, herida, se precipitó estruendosamente al suelo… Muriendo al
instante a causa del impacto. Su madre, horrorizada, lo vio
todo… Y jamás pudo borrar esa trágica imagen de su retina.
Tanto es así, que tomó una decisión
desesperada: no enseñaría a volar a la menor de sus crías, para evitar así que
la historia se repitiera. De modo que hizo de su hija un auténtico
y cómico personaje que se encontraba en boca de todos: el águila que
caminaba… Porque no sabía volar.
Pasaron los años y todos se acostumbraron a tal
peculiaridad, salvo el padre de la criatura, que sufría al ver a su majestuosa
cría convertida en poco más que un ave de corral. Así que una
mañana, al despuntar el alba, tomó a su hija y le rogó que la acompañara a dar
un paseo. Resultaba curioso ver a dos hermosas águilas caminando, una
junta a otra, a lo largo del camino.
– Debes saber, hija mía, que tu
naturaleza te llama a surcar los cielos, a volar a gran altura y a descubrir
una visión del mundo que ahora desconoces– comenzó a decirle el padre.
– Pero, papá, mis alas no sirven para volar… No son
como las tuyas… Las mías son para hacer bonito, un objeto
decorativo… Me lo dijo mamá- respondió la hija.
No queriendo descubrir –por amor, pudor y
respeto- los miedos de su esposa ante su hija, el maduro águila obvió la
cuestión de fondo y se limitó a responder:
– Yo te enseñaré cómo emplear tus alas para volar.
Y empezaremos ahora, planeando.
Para ello la condujo, siempre caminando, hasta la cima de
la Montaña del Vuelo, un alto pico sobre el que se adivinaba a otras águilas
que, en círculos, hacían guardia desde lo alto del cielo.
– Vas a aprender a planear- le dijo. Basta
con que te arrojes al vacío y extiendas tus alas como ahora mismo estoy
haciendo yo… Nada más, y nada menos. Si lo haces así, no habrá nada
que temer… El aire te sostendrá y te elevará.
La joven águila se asomó al borde de la montaña y
descubrió el altísimo precipicio que le separaba del suelo…
– Hoy no, papá. Tengo miedo. Necesito tiempo.
Comprendiendo la dificultad que suponía para su hija, no
quiso el padre forzarla, así que respetó su voluntad:
– De acuerdo, cariño, tienes un día entero para
prepararte. Mañana volveremos y saltarás.
Regresaron caminando a casa, en silencio. Cavilando
la una sobre sus temores, el otro sobre sus esperanzas. En el hogar, la
preocupada hija se acercó a su madre y le explicó lo que había sucedido y lo
que su padre le exigiría al día siguiente.
Paralizada por el temor –y conocedora de que ningún ruego
ablandaría la firme resolución de su esposo- la amantísima y preocupada madre
dio un consejo a su hija:
– Haz una cosa, entrénate desde lugares menos
altos para aprender cómo se hace. Tienes hasta mañana para
aprender.
A la más joven de las águilas le pareció una muy sensata
observación, así que trepó a lo alto de un árbol, se alzó hasta su copa,
extendió sus alas, se arrojó al vació… Y cayó estruendosamente al suelo,
machucándose la cabeza y el costado al impactar con las piedras que había en
tierra. Indignada, no lo dudó: fue a la busca de su padre.
– Papá, me has engañado: yo no
puedo volar. He subido a un árbol, me he arrojado al vacío y he caído a
plomo. Mis alas son decorativas, y tú eres un insensato. Mamá tenía
razón… Mejor sigo caminando, es más seguro, es mi camino.
El padre la contempló con tristeza y le respondió:
– Hija mía, yo no te pedí que
saltaras desde un árbol; te llevé a lo alto de una montaña para hacerte
volar. Porque tus alas necesitan de la altura para lograr sostenerte, son
como un paracaídas. Sin altura, sin asumir riesgos, no hay vuelo.
Tienes los medios, sólo es necesario que adquieras el valor para
utilizarlos. De lo contrario, tendrás que resignarte a seguir caminando…
Aunque en tu interior sepas que las alturas del cielo te están llamando.
Ese mismo día, la joven águila siguió los consejos de su
padre y voló… Aprendiendo, además, tres importantes lecciones que también
a nosotros pueden sernos de gran utilidad en nuestra vida, que no siempre
vivimos como debemos:
1. A menudo tenemos un
potencial que desconocemos.
2. Sin correr grandes riesgos
no hay grandes éxitos.
3. A veces nuestros seres
amados, por un exceso de amor y celo, nos impiden desarrollarnos y alcanzar las
metas a las que estamos llamados.
Sírvanos este mito-cuento como llamada de atención, como
aviso que nos llega desde el cielo para que dejemos de lado todos nuestros
temores, asumamos el reto, y descubramos la fantástica vida que nos espera si
somos capaces de danzar con el riesgo.
HOY EL RETO DEL AMOR ES CRUZAR LA CORTINA. 31 - Mayo - 2019
"Ventana abierta"
HOY EL RETO DEL AMOR ES
CRUZAR LA CORTINA
Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
ENTRE BASTIDORES
Sabiendo el polvo que traen las obras, con un montón de
sábanas viejas fabricamos unas enormes cortinas, que han clavado al techo. Así,
la zona de obras queda un poco aislada.
Reconozco que el estilo que ha cogido el monasterio me
encanta. No sé si me siento princesa con esas “cortinas” de 5 metros, o actriz
de teatro, a punto de ver levantarse el telón...
Ayer por la tarde iba pensando en estas cosas mientras
me acercaba a paso ligero a la “cortina”, dispuesta a atravesar el pasillo. No
me di cuenta de que una hermana hacía lo mismo que yo... desde el otro lado.
Llegamos a la cortina exactamente a la vez. Menos mal
que tuvimos reflejos las dos para saltar hacia atrás: ¡No estamos acostumbradas
a encontrarnos cortinas en mitad del pasillo!
Orando esto, me he dado cuenta de que la cortina es el
precio de la protección. Sí, protege del polvo, no se ensucia la casa... pero
también te oculta la realidad.
Y, justo en ese momento, me vino a la mente la imagen
del sepulcro de Jesús. Nos dicen los evangelios que los apóstoles encontraron
“los lienzos (o la sábana) tirados en el suelo”.
En su resurrección, Cristo volvió a apostar por
nosotros, quiso salir a nuestro encuentro una vez más... y, una vez más, quiso
hacerlo dejando atrás toda protección: ¡no quiere que haya nada entre Él y
nosotros! Quiere vernos y que podamos verle, aunque eso suponga volver a
ensuciarse los pies con el polvo del camino.
Efectivamente, amar siempre es un riesgo. Es permitir a
otra persona entrar en lo más íntimo de ti, esa parte en la que se acaban tus
protecciones. En el fondo, amar es siempre un acto de confianza. Es dejar atrás
tus sábanas, tus cortinas, salir de tu mundo conocido para lanzarte a la
aventura de descubrir a quien tienes enfrente.
Hoy el reto del amor es cruzar la cortina. Te invito a
que hoy le des la mano a Cristo y permitas que Él te saque de tu planning.
Pídele que te muestre la situación en que una persona necesita tu ayuda. Puedes
pasar de largo, dejar que la cortina de la indiferencia o de las excusas te
mantenga protegido... o puedes dar el salto a la aventura y descubrir que,
detrás del polvo, en el camino, hay un regalo con forma de hermano que te
entrega Jesucristo. ¡Apuesta por el amor! ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
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¡Feliz día!
©Producciones
es El- Vive de Cristo (Dominicas Lerma)
Prohibido
cualquier reproducción para uso comercial.
Sólo
se permite un uso para actividades de evangelización
siempre que
se publiquen sin ningún tipo de modificación.
CUENTO SOBRE EL ÁGUILA QUE NO SABÍA VOLAR
"Ventana abierta"
CUENTO SOBRE EL
ÁGUILA QUE NO SABÍA VOLAR
Me contaron, una vez,
una historia que recuerdo a menudo. Hablaba sobre una familia de águilas
que perdieron a su hijo primogénito cuando, mientras planeaba surcando el cielo
a gran altitud, fue alcanzado por los perdigones de un cazador en su ala
derecha y, herida, se precipitó estruendosamente al suelo… Muriendo al
instante a causa del impacto. Su madre, horrorizada, lo vio
todo… Y jamás pudo borrar esa trágica imagen de su retina.
Tanto es así, que tomó una decisión desesperada: no enseñaría a
volar a la menor de sus crías, para evitar así que la historia se repitiera.
De modo que hizo de su hija un auténtico y cómico personaje que se encontraba
en boca de todos: el águila que caminaba… Porque no sabía volar.
Pasaron los años
y todos se acostumbraron a tal peculiaridad, salvo el padre de la
criatura, que sufría al ver a su majestuosa cría convertida en poco más que un
ave de corral. Así que una mañana, al despuntar el alba, tomó a su
hija y le rogó que la acompañara a dar un paseo. Resultaba curioso ver a
dos hermosas águilas caminando, una junta a otra, a lo largo del camino.
– Debes saber, hija
mía, que tu naturaleza te llama a surcar los cielos, a volar a gran altura
y a descubrir una visión del mundo que ahora desconoces– comenzó a
decirle el padre.
– Pero, papá, mis
alas no sirven para volar… No son como las tuyas… Las mías son para
hacer bonito, un objeto decorativo… Me lo dijo mamá- respondió la hija.
No queriendo descubrir –por amor, pudor y respeto- los miedos de
su esposa ante su hija, el maduro águila obvió la cuestión de fondo y se
limitó a responder:
– Yo te enseñaré cómo
emplear tus alas para volar. Y empezaremos ahora, planeando.
Para ello la condujo,
siempre caminando, hasta la cima de la Montaña del Vuelo, un alto pico sobre el
que se adivinaba a otras águilas que, en círculos, hacían guardia desde lo alto
del cielo.
– Vas a
aprender a planear- le dijo. Basta con que te arrojes al vacío y
extiendas tus alas como ahora mismo estoy haciendo yo… Nada más, y nada
menos. Si lo haces así, no habrá nada que temer… El aire te
sostendrá y te elevará.
La joven águila se
asomó al borde de la montaña y descubrió el altísimo precipicio que le separaba
del suelo…
– Hoy no, papá.
Tengo miedo. Necesito tiempo.
Comprendiendo la
dificultad que suponía para su hija, no quiso el padre forzarla, así que
respetó su voluntad:
– De acuerdo, cariño,
tienes un día entero para prepararte. Mañana volveremos y saltarás.
Regresaron caminando
a casa, en silencio. Cavilando la una sobre sus temores, el otro sobre
sus esperanzas.
En el hogar, la preocupada hija se acercó a su madre y le
explicó lo que había sucedido y lo que su padre le exigiría al día siguiente.
Paralizada por el
temor –y conocedora de que ningún ruego ablandaría la firme resolución de su
esposo- la amantísima y preocupada madre dio un consejo a su hija:
– Haz una cosa, entrénate desde lugares menos altos para aprender cómo se hace.
Tienes hasta mañana para aprender.
A la más joven de las
águilas le pareció una muy sensata observación, así que trepó a lo alto de un
árbol, se alzó hasta su copa, extendió sus alas, se arrojó al vació… Y
cayó estruendosamente al suelo, machucándose la cabeza y el costado al impactar
con las piedras que había en tierra.
Indignada, no lo dudó: fue a la
busca de su padre.
– Papá, me has engañado: yo no puedo volar. He subido a un
árbol, me he arrojado al vacío y he caído a plomo. Mis alas son
decorativas, y tú eres un insensato. Mamá tenía razón… Mejor sigo
caminando, es más seguro, es mi camino.
El padre la contempló
con tristeza y le respondió:
– Hija mía, yo no te pedí que saltaras desde un árbol; te llevé a lo
alto de una montaña para hacerte volar. Porque tus alas necesitan de la
altura para lograr sostenerte, son como un paracaídas. Sin altura, sin
asumir riesgos, no hay vuelo. Tienes los medios, sólo es necesario que
adquieras el valor para utilizarlos. De lo contrario, tendrás que
resignarte a seguir caminando… Aunque en tu interior sepas que las
alturas del cielo te están llamando.


Ese mismo día, la
joven águila siguió los consejos de su padre y voló… Aprendiendo, además,
tres importantes lecciones que también a nosotros pueden sernos de gran
utilidad en nuestra vida, que no siempre vivimos como debemos:
1. A menudo tenemos un potencial que desconocemos.
2. Sin correr grandes riesgos no hay grandes éxitos.
3. A veces nuestros seres amados, por un exceso de amor y
celo, nos impiden desarrollarnos y alcanzar las metas a las que estamos
llamados.
Sírvanos este
mito-cuento como llamada de atención, como aviso que nos llega desde el cielo
para que dejemos de lado todos nuestros temores, asumamos el reto, y
descubramos la fantástica vida que nos espera si somos capaces de danzar con el
riesgo.
Que pases un buen fin
de semana.
En la Catedral de Sevilla. 31 - Mayo - 2019
"Ventana abierta"
Por bula Papal, las tropas de Ingenieros entran a tambor batiente y con armas en la Catedral de Sevilla para rendir honores al Santo Rey Fernando.
jueves, 30 de mayo de 2019
HOY EL RETO DEL AMOR ES ACOGER LA SALVACIÓN GRATUITA QUE NOS DA CRISTO. 30 - Mayo - 2019
"Ventana abierta"
HOY EL RETO DEL AMOR ES
ACOGER LA SALVACIÓN GRATUITA QUE NOS DA CRISTO
Hola, buenos días, hoy Lety nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
DIFERENTE POR ELECCIÓN
Hace poco me tuvieron que hacer una pequeña intervención
en una uña del pie y, por unos días, tengo que llevar una chancla. Es decir, si
me ves ahora mismo, voy un poco “llamativa”: en un pie llevo el zapato negro;
y, en el otro, una chancla marrón (con un calcetín deportivo, azul y blanco,
para más señas).
La verdad es que todo el mundo se queda mirando mi pie;
es el diferente en el coro: todo son zapatos negros y, de repente, mi pie es
distinto.
Con la mirada sólo se llega a descubrir su apariencia,
que no es como la de los demás. Si no te lo explico, no puedes llegar a saber
qué me ha pasado y por qué llevo una sandalia en un pie y un zapato en el otro.
Y no es distinto por llamar la atención, es distinto porque lo necesita.
Jesús siempre actuaba diferente, había algo en Él que lo
hacía distinto, y los que vivían a su lado lo decían. Lo que le caracterizaba
es que veía a las personas, que siempre apostaba por amar, que nunca dejaba de
amar.
Llegó a amar hasta dar su vida. Pero dio su vida
entregándola. Nunca nos ha echado en cara el tener que dar la vida por ti o por
mí. Lo hizo, estaba convencido, te ha salvado sin preguntarte, te ha amado sin
preguntarte. Ahora está en tu mano decir sí o no a esta salvación, a este amor.
Y es que el amor, cuando es gratuito, es diferente de todo. No pide permiso y
actúa.
Si tú crees en Cristo, eres diferente. No tengas miedo a
apostar por lo diferente. Tal vez se quedarán mirando a “tu pie distinto”, pero
no pasa nada: tú sabes por qué llevas una sandalia en vez de un zapato.
Acoge la salvación de Cristo, su amor, y atrévete a ser
diferente. Levántate, tenemos un día por delante para ser felices.
Hoy el reto del amor es acoger la salvación gratuita que
nos da Cristo, acoger todo su amor por ti, ese amor que le llevó a morir
clavado en una Cruz, ese amor que, en la Resurrección, ha vencido todas
nuestras muertes. Abre tu corazón a su amor y te cambiará la vida totalmente.
Hoy escribe tres mensajes de Whatsapp a tres personas que sabes que son
diferentes, y llévales esperanza a sus vidas.
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miércoles, 29 de mayo de 2019
HOY EL RETO DEL AMOR ES VER, CON LOS OJOS DE DIOS, LAS TORPEZAS DE LOS QUE ESTÁN A TU LADO
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HOY EL RETO DEL AMOR ES VER, CON LOS OJOS DE DIOS, LAS TORPEZAS DE LOS QUE ESTÁN A TU LADO

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¡EL POLLO QUE SALTA DEL PLATo!
Estábamos comiendo en el refectorio y, sin yo
advertirlo, me saltaron las lentejas fuera del plato. Pensé: “¡Vaya tontería!”…
Y seguí comiendo.
Pero no pasaron unos minutos… Y, ¡ahora era un
trozo de pollo que se escapó del tenedor y fue a parar a la mesa!… “¡Hala, pues
sí que estamos buenas, vaya torpe que estás hoy!”… Y seguí comiendo… ¡Pero
ahora era la salsa del pollo que salpicó fuera del plato y manchó toda la
mesa!… “¡Bueno, ¿qué pasa aquí?!”…
La cosa me pareció seria y me paré en mi
interior diciéndome: “Matildita, ¿qué te sucede hoy?” Pues comenzaba a
impacientarme… “Ya, ya sé… estás cansada, y por eso no controlas la cuchara, el
tenedor y el cuchillo. Pero estate tranquila… Has estado toda la mañana
vendiendo en la tienda y no te ha bastado el reposo del rezo del Rosario, en el
coro, para serenarte y descansar…”
Y, rápidamente, Jesús entró en escena:
“¿No es con paciencia y amor como yo te recojo todas tus torpezas y faltas de delicadeza para conmigo y con los hermanos?... ¿Es que no te vas a amar en tu pobreza y a tomarte con cariño, una y otra vez, como una madre toma en su regazo a su pequeño, cuando cae al suelo… ¡no una, sino dos, y tres, y más veces en el día!?”…
“¿No es con paciencia y amor como yo te recojo todas tus torpezas y faltas de delicadeza para conmigo y con los hermanos?... ¿Es que no te vas a amar en tu pobreza y a tomarte con cariño, una y otra vez, como una madre toma en su regazo a su pequeño, cuando cae al suelo… ¡no una, sino dos, y tres, y más veces en el día!?”…
¡Jesús me trata con comprensión y amor en lo
que no me gusta de mí y de los que están a mi lado: ellos como yo, necesitan mi
paciencia y ternura! Nada de crispación y perfeccionismo… Ese no es el “sabor
del Cielo” ni “la perfección” que Dios quiere de mí, sino misericordia y
acogida, como Jesús, a lo que el hombre rechaza instintivamente, pero que a
Dios le arranca una sonrisa de cercanía y un abrazo incondicional de Padre que
se divierte con su hijo pequeño…
Hoy el reto del amor es ver, con los ojos de
Dios, las torpezas de los que están a tu lado y las tuyas propias, porque Dios
nos ama en ellas, más que si fuéramos intachables e irreprensibles… ¡Qué pases
un feliz día!
VIVE DE CRISTO
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Rincón para orar. PEDIR EN NOMBRE DE JESÚS. 29 - Mayo - 2019
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Rincón para orar
Sor Matilde
PEDIR EN NOMBRE DE JESÚS
23b En verdad, en verdad os digo: lo que
pidáis al Padre os lo dará en mi nombre.
24 Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado.
25 Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre.
26 Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,
27 pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios.
28 Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre. » (Jn. 16,23b-28)
24 Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado.
25 Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre.
26 Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,
27 pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios.
28 Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre. » (Jn. 16,23b-28)
Los hombres del Antiguo Testamento pedían a
Dios-Yahvé lo que les era necesario para la vida: alimento, seguridad, verse
libres de los enemigos, fidelidad y amor a este Dios… Pero ha llegado la hora
en que el Padre ha entregado al Hijo, a Jesús, el poder de salvar y de dar la
vida a los que creen en Él y lo aman, porque saben que: “el Padre ha puesto
todo en sus manos”.
Pedir al Padre con fe, en Nombre de Jesús,
es conseguir lo que pedimos, para dar gloria a Dios.
Y nos asegura Jesús que, si pedimos en su
Nombre, recibiremos y “nuestra alegría será completa”. Y ¿Por qué tendremos una
alegría “completa”?... Porque Jesús nos asegura que el Padre nos ama, porque
hemos amado a Jesús y creído en su Palabra y sobre todo, creemos que Jesús ha
salido del Padre para llegar hasta nosotros con su humanidad llena de la
divinidad.
La fe en Jesús es fuente de inmensa alegría:
nos alegramos de que Dios sea Dios y nosotros sus pequeñas criaturas, muy
amadas de su Corazón…, pero también muy grandes porque somos depositarias de un
gran tesoro que los justos y profetas del Antiguo Testamento desearon ver y
creer: Todo el plan amoroso de Redención y Salvación que el Padre tenía escondido
desde siglos eternos y que ahora se nos ha revelado en Jesús, su Amado Hijo… Él
es enviado por el Padre para salvar a todos los hombres que lo acepten en su
corazón y amen y adoren esta voluntad del Padre, tan inconmensurable como
amorosa…
Nuestro Dios, en su voluntad y designio, nos
es incomprensible a nuestra pequeña mente humana… Pero Dios no quiere de
nosotros nuestra comprensión, sino nuestra voluntad rendida ante su Divinidad y
una adoración muy sentida y humilde…
Pruebas nos ha dado Jesús, en su Palabra y
en sus milagros de que Él es de arriba y nosotros de abajo… Y ha salido del
Padre y ha venido al mundo, para volver de nuevo al Padre… Pero ya no vuelve
solo, como descendió hasta nosotros, sino que ahora lleva tras Sí, una multitud
de fieles creyentes que sólo desean, al salir de este mundo, estar con Él y con
el Padre y gozar de la Excelsa Trinidad…
¡No es una quimera esto que deseamos, porque
el mismo Espíritu Santo ha puesto este ansia es nuestro corazón y no puede
engañarse, porque es Dios!… ¡Y menos engañarnos, porque nos ama con el mismo
Amor con que ama al Padre! …
¡Señor, danos repetidamente este ansia de ir
al Cielo!… ¡Ábrenos, en tu Amor, las puertas del Paraíso!… Amén, Amén…