"Ventana abierta"
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lunes, 31 de marzo de 2014
Necesito un abrazo
"Conserva el recuerdo del perfume de la rosa,
y nunca notarás, que se está marchitando..."
Hace años, en los turnos de la noche, yo conducía un taxi, que se convirtió en un confesionario móvil. Los pasajeros me contaban acerca de sus vidas.
Escuché varias personas que me asombraban, me ennoblecían, me hacían reir y muchas otras me deprimían.
Pero nadie me conmovió tanto como la mujer que recogí en una fría noche de agosto.
Un día respondí a la llamada de una vivienda en un modesto sector de la ciudad.
Cuando llegué a las 2:30 de la madrugada, el lugar estaba oscuro excepto por una tenue luz en el primer piso. Bajo esas circunstancias, muchos conductores esperan un minuto y se marchan.
Aunque la situación se veía peligrosa, yo caminé hasta la puerta y toqué.
"Un minuto", respondió una frágil voz.
Pude escuchar que alguien caminaba lentamente arrastrando los pies sobre el piso, después de una larga pausa, la puerta se abrió y apareció una anciana mujer de unos 80 años.
A su lado había una pequeña maleta de nylón y una caja de cartón llena de fotos y recuerdos.
El apartamento se veía como si nadie hubiera vivido ahí durante años. Todos los muebles estaban cubiertos con sábanas, no había relojes ni cuadros en las paredes.
Ella repetía su agradecimiento por mi gentileza.
No es nada, le dije.
Ya en el taxi me dio un papel escrito con una dirección, entonces preguntó: ¿Podría conducir por el centro?
Ese no es el camino más corto, le respondí rápidamente.
Oh, no importa, dijo ella, estoy camino del asilo y quisiera ver mi pueblo por última vez.
La miré por el espejo retrovisor, sus ojos estaban llorosos.
No tengo familia, no tengo a nadie, ella continuó, yo sé que ya no me queda mucho tiempo por vivir...
Tranquilamente apagué el taxímetro.
Las siguientes dos horas conduje a través de la ciudad.
Ella me mostró el edificio donde había trabajado como operadora de ascensores.
Conduje por el vecindario donde ella y su esposo vivieron cuando estaban recién casados.
Me pidió que nos detuviéramos frente a un almacén de muebles donde una vez hubo un salón de baile en el que ella aprendió a bailar cuando era niña
Algunas veces me pedía que pasara despacio frente a un adificio en particular, una esquina, un teatro, o por el parque, y miraba hacia la oscuridad sin decir nada.
Cuando apareció el primer rayo de sol en el horizonte, ella repentinamente dijo:
Estoy cansada, ya quiero ir a descansar.
Conduje en silencio hasta la dirección que me había dado.
Dos asistentes que estaban esperándola vinieron al taxi tan pronto llegamos.
Eran muy amables. abrí el maletero y llevé su equipaje hasta la puerta.
La mujer se sentó en una silla de ruedas.
- ¿Cuánto le debo?, preguntó, buscando en su bolsa.
- Nada, le dije.
Me agaché y la abracé. Ella me sostuvo con fuerza, y dijo:
Gracias, necesitaba ese abrazo!!
Apreté su mano, entonces caminé hacia la luz del amanecer.
Atrás de mí una puerta se cerró...
"Fue el sonido de una vida concluida".
De regreso a casa yo reflexionaba: ¿Qué habría pasado si la mujer la hubiese recogido un conductor malhumorado o alguno que estuviera impaciente por terminar su turno?
¿Qué habría pasado si hubiera reusado a coger la llamada, o hubiera esperado un minuto y me hubiera marchado?
Yo no creo que haya hecho algo más importante en mi vida.
A veces pensamos que nuestras vidas están llenas de grandes momentos, pero los más grandes momentos son los que nos atrapan desprevenidos.
Alguien tal vez no recuerde lo que hiciste o lo que dijiste...
Pero siempre recordarán cómo los hiciste sentir...
Hace años, en los turnos de la noche, yo conducía un taxi, que se convirtió en un confesionario móvil. Los pasajeros me contaban acerca de sus vidas.
Escuché varias personas que me asombraban, me ennoblecían, me hacían reir y muchas otras me deprimían.
Pero nadie me conmovió tanto como la mujer que recogí en una fría noche de agosto.
Un día respondí a la llamada de una vivienda en un modesto sector de la ciudad.
Cuando llegué a las 2:30 de la madrugada, el lugar estaba oscuro excepto por una tenue luz en el primer piso. Bajo esas circunstancias, muchos conductores esperan un minuto y se marchan.
Aunque la situación se veía peligrosa, yo caminé hasta la puerta y toqué.
"Un minuto", respondió una frágil voz.
Pude escuchar que alguien caminaba lentamente arrastrando los pies sobre el piso, después de una larga pausa, la puerta se abrió y apareció una anciana mujer de unos 80 años.
A su lado había una pequeña maleta de nylón y una caja de cartón llena de fotos y recuerdos.
El apartamento se veía como si nadie hubiera vivido ahí durante años. Todos los muebles estaban cubiertos con sábanas, no había relojes ni cuadros en las paredes.
Ella repetía su agradecimiento por mi gentileza.
No es nada, le dije.
Ya en el taxi me dio un papel escrito con una dirección, entonces preguntó: ¿Podría conducir por el centro?
Ese no es el camino más corto, le respondí rápidamente.
Oh, no importa, dijo ella, estoy camino del asilo y quisiera ver mi pueblo por última vez.
La miré por el espejo retrovisor, sus ojos estaban llorosos.
No tengo familia, no tengo a nadie, ella continuó, yo sé que ya no me queda mucho tiempo por vivir...
Tranquilamente apagué el taxímetro.
Las siguientes dos horas conduje a través de la ciudad.
Ella me mostró el edificio donde había trabajado como operadora de ascensores.
Conduje por el vecindario donde ella y su esposo vivieron cuando estaban recién casados.
Me pidió que nos detuviéramos frente a un almacén de muebles donde una vez hubo un salón de baile en el que ella aprendió a bailar cuando era niña
Algunas veces me pedía que pasara despacio frente a un adificio en particular, una esquina, un teatro, o por el parque, y miraba hacia la oscuridad sin decir nada.
Cuando apareció el primer rayo de sol en el horizonte, ella repentinamente dijo:
Estoy cansada, ya quiero ir a descansar.
Conduje en silencio hasta la dirección que me había dado.
Dos asistentes que estaban esperándola vinieron al taxi tan pronto llegamos.
Eran muy amables. abrí el maletero y llevé su equipaje hasta la puerta.
La mujer se sentó en una silla de ruedas.
- ¿Cuánto le debo?, preguntó, buscando en su bolsa.
- Nada, le dije.
Me agaché y la abracé. Ella me sostuvo con fuerza, y dijo:
Gracias, necesitaba ese abrazo!!
Apreté su mano, entonces caminé hacia la luz del amanecer.
Atrás de mí una puerta se cerró...
"Fue el sonido de una vida concluida".
De regreso a casa yo reflexionaba: ¿Qué habría pasado si la mujer la hubiese recogido un conductor malhumorado o alguno que estuviera impaciente por terminar su turno?
¿Qué habría pasado si hubiera reusado a coger la llamada, o hubiera esperado un minuto y me hubiera marchado?
Yo no creo que haya hecho algo más importante en mi vida.
A veces pensamos que nuestras vidas están llenas de grandes momentos, pero los más grandes momentos son los que nos atrapan desprevenidos.
Alguien tal vez no recuerde lo que hiciste o lo que dijiste...
Pero siempre recordarán cómo los hiciste sentir...
AMÉRICA NUESTRA
"Ventana abierta"
AMÉRICA NUESTRA
4 - Marzo - 2012.
P. Francisco J. Rodríguez Fassio
4 - Marzo - 2012.
P. Francisco J. Rodríguez Fassio
Hoy la Iglesia española
celebra el Día de América o Hispanoamérica, una ocasión donde lo que se trata
es de darnos cuenta y hacernos conscientes de toda esa inmensa cantidad de
personas que rezan a Dios en español.
Este año además tiene
una significación especial esta Jornada.
Por una parte se celebran los 500 años de aquel
famoso de Antonio Montesinos, el dominio que en la isla “La Española”, la
actual República Dominicana, arropado por su comunidad, denunció el trato
vejatorio e inhumano que los españoles hacían a los nativos, de aquel
sermón nació desde la figura de
Bartolomé de las Casas, hasta la reflexión de la Escuela de Salamanca sobre “Los
Derechos Humanos y el Derecho Internacional”, como “Las Nuevas Leyes de Indias”.
También se cumplen este
año los 200 de la proclamación de la 1ª Constitución Española: “La Constitución
de Cádiz”, conocida simpáticamente como: “La Pepa”, porque fue promulgada el
día 18-19 de Marzo de 1812. En ella, en su artículo primero dice:
“LA NACIÓN ESPAÑOLA ESTÁ
COMPUESTA POR ESPAÑOLES DE AMBOS HEMISFERIOS”. Es decir, se entendía que no
había, digamos, españoles solamente aquí en Europa y los otros eran colonos,
eran españoles de segunda fila, sino que, especialmente la nación española se
componía de todas las personas españolas, que vivían tanto a un lado como a
otro.
Y en tercer lugar,
también este año es especialmente significativo con Hispanoamérica, por el
próximo viaje del 23 al 29 de este mes de marzo, que el Papa Benedicto XVI va a
hacer por México y por Cuba, donde, por una parte son naciones profundamente
católicas y de tradición católica, pero por circunstancias políticas, sociales,
históricas, etc, su relación con el cristianismo, su relación con la Iglesia,
no siempre es fácil ni fluida.
Bien, ¿qué poder decir en
este día de la Jornada de Hispanoamérica?
Quizás los españoles
tenemos la mentalidad de que nosotros siempre somos los que hemos y seguimos
dando la fe a los demás y que no tenemos nada que recibir de los otros.
Es cierto que la fe
cristiana se implantó en América, gracias al esfuerzo de los misioneros que
vinieron a España, con sus luces y con sus sombras como todo hecho histórico,
que por desgracia no podemos corregir en lo negativo, pero sí aprender siempre
de lo positivo.
Todavía hay muchos
sacerdotes, muchos religiosos, muchos seglares españoles que están allí
predicando el Evangelio, pero ahora de una manera especial también tiene una
reciprocidad, un camino de vuelta.
Esto me recuerda a
aquello que se dice en el cante flamenco, que hay cantes de ida y vuelta,
formas musicales españolas, que se trasladan a América, y allí cogen, pues la
esencia, los sabores, las melodías, la influencia de los cantes americanos y
vuelven otra vez aquí a España, a Europa, adaptándose otra vez aquí, viviéndose
desde el genio nuestro, es como si el arte tuviese esa capacidad de ir y de
venir enriqueciéndose siempre; pues la fe es exactamente lo mismo.
Nosotros hemos vivido la
fe y hemos querido transmitirla, pero en América la fe se vive, se siente, se
experimenta, se celebra con su genio propio; y ahora esa fe vuelve a través de
sus creyentes, a Europa.
Ya, por ejemplo, es
bastante frecuente encontrarse con personas hispanoamericanas: sacerdotes,
religiosos, seglares en nuestras parroquias, atendiendo a la pastoral o
formando parte de nuestros conventos o de nuestras comunidades; y no son
simplemente una copia de lo nuestro, sino realmente una manera nueva que nos
enriquece mucho: en frescura litúrgica, en sentimiento, de un sentido religioso
más profundo, más espontáneo. Quizá nosotros los europeos, no hemos perdido la
sensibilidad religiosa, como se pierden habilidades y hay que recuperarlas al
contacto de otros hermanos y hermanas nuestras que están como más abiertos, más
sensibles, más capacitados para todo ello. No se trata ni de que ellos nos
copien, ni nosotros copiar, sino ese intercambio fecundo que da la vida cuando
se comparte, se celebra junto, se cree y se vive junto.
A veces se dice, que la
fe, por desgracia, sirve para levantar murallas, nos hacemos tan celosos de lo
nuestro, y tan diferentes de los demás, que parece que la fe fuera como un bunquer,
y sin embargo la fe lo que tiene es que construir puentes y hacer carreteras
como ha sido siempre, para permitirnos no cerrarnos el pecho, sino abrir los
brazos.
Aprendamos unos de otros
y de todo el mundo; pero aprendamos especialmente, de aquellos que rezan en
español, como nosotros, a vivir en nuestra fe, de esta manera una corriente de
vida, una corriente de frescura, una corriente de vitalidad, también animará a
nuestras viejas cristiandades europeas.
Buenos días amig@s.
domingo, 30 de marzo de 2014
El Papa afirmó que "es blasfemo pensar que la discapacidad es un castigo de Dios"
"Ventana abierta"
El Papa afirmó que "es blasfemo pensar que la discapacidad es un castigo de Dios"
Francisco recibió en El vaticano a unas 6.000 personas ciegas y sordomudas, antes las que fustigó nuevamente la "cultura de la exclusión". Jesús buscó a estos "descartados" para convertirlos en testigos, les dijo.
En su mensaje, Francisco volvió a contrastar la "cultura del encuentro" con la "cultura
del descarte, del prejuicio". En la inmensa Aula Pablo VI, lo escuchaban
integrantes del Movimiento Apostólico del Ciego, de la Pequeña Misión para
Sordomudos y de la Unión Italiana para Ciegos e Hipovidentes.
"Jesús rechazaba radicalmente este modo de pensar ¡realmente
blasfemo!" –exclamó el Papa, en referencia al prejuicio de que la
enfermedad o la discapacidad son castigos divinos.
Y sobre el pasaje del Evangelio en el cual Jesús devuelve la vista al ciego,
dijo: "Lo más importante de esto es que este hombre, a partir de lo ocurrido,
se convierte en testigo de Jesús y de su obra, que es la obra de Dios,
de la vida, del amor, de la misericordia".
"Mientras los jefes de los fariseos, desde las alturas de su seguridad,
juzgaron tanto a Jesús como al ciego y a los pecadores, el ciego curado, con
desarmarte sencillez, defiende a Jesús, al final profesa la fe en Él y comparte
también su suerte: excluyen a Jesús, lo excluyen a él. Pero en realidad,
aquél hombre entra a formar parte de la nueva comunidad, basada en la fe en
Jesús y su amor fraternal", explicó Bergoglio.
Y agregó que "la persona enferma o discapacitada puede convertirse en
testigo del encuentro precisamente a partir de su fragilidad, de sus límites:
el encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe, es el encuentro con los
demás, con la comunidad".
"En efecto, solo quien reconoce su propia fragilidad y sus propios
límites puede construir relaciones fraternales y solidarias en la Iglesia y en
la sociedad", aseguró.
"La samaritana –siguió diciendo el Papa-, es un ejemplo claro del tipo
de personas a las que Jesús amaba encontrar para hacer de ellos testigos: personas
marginadas, excluidas, despreciadas. La samaritana era así en su condición
de mujer y de samaritana, los samaritanos era muy despreciados por los judíos.
Pero pensemos a los muchos que Jesús quiso encontrar, sobre todo personas
marcadas por la enfermedad y la discapacidad a quienes quiso curar y
devolver su plena dignidad. Es muy importante que estas personas se conviertan
en testigos de un nuevo modo de actuar al que podamos llamar cultura del
encuentro".
Testigo del Evangelio es aquél que "ha encontrado a Jesucristo, que lo
ha conocido, o mejor dicho, que se ha sentido conocido por Él, reconocido,
respetado, amado, perdonado, y este encuentro lo ha tocado en profundidad, lo
ha colmado de una alegría nueva, un nuevo significado para la vida. Y esto se
transmite a los demás".
Finalmente, se despidió diciendo: "Queridos amigos, os agradezco por
haber venido y os animo a avanzar por este camino que habéis elegido... Sólo
Jesús conoce realmente el corazón del hombre, sólo Él puede liberarlo del
cerrazón y del pensamiento estéril para abrirlo a la vida y la esperanza".