"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
MIÉRCOLES DE LA DÉCIMA SEMANA DEL T.O. (2)
“No creáis que he venido a abolir la Ley o los
profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud”.
“Después de haber hablado antiguamente a
nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas
maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a
quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo” (Hb
1,1-12).
Este pasaje de la Carta a los hebreos resume en
cierta medida la enseñanza contenida en la lectura evangélica que nos ofrece la
liturgia de hoy (Mt 5,17-19), en que Jesús nos dice: “No creáis que he venido a
abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os
aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la
última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos
importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el
reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de
los cielos”.
Para los judíos la Ley y los profetas
constituían la expresión de la voluntad de Dios, la esencia de las Sagradas
Escrituras. Jesús era judío; más aún, era el Mesías que había sido anunciado
por los profetas. Era inconcebible que viniera a echar por tierra lo que
constituía el fundamento de la fe de su pueblo. “No he venido a abolir, sino a
dar plenitud”.
Durante su vida terrena Jesús nos dio unos
indicadores, como: “El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para
el sábado” (Mc 2,27). Así los primeros cristianos tuvieron que determinar qué
preceptos de la Ley eran de origen divino y cuáles eran hechura de los hombres,
como los 613 preceptos de la Mitzvá, que los fariseos habían derivado de la Torá (Ley escrita) y la Torá shebe al pe (Ley oral). La Iglesia cristiana tuvo su
origen en el judaísmo, en la Ley y los profetas del Antiguo Testamento (Antigua
Alianza), y dio paso a la Alianza Nueva y Eterna (Nuevo Testamento). ¿Cuáles de
aquellas leyes y tradiciones ancestrales había que mantener? ¿Cuáles
constituían Ley, y cuáles eran meros preceptos establecidos por los hombres
interpretando la Ley?
El problema de los fariseos era que habían
reducido la religión al “cumplimiento” objetivo de unas normas de conducta,
divorciadas del “corazón”. El cumplimiento por temor al castigo. Jesús nos dijo
que el cumplimiento de la Ley estaba predicado en el Amor (“Si me amáis
guardaréis mis mandamientos”… Jn 14,15). El que ama a Dios y ama a su prójimo
por amor a Él, ya cumple con todos los mandamientos. Ahí está la plenitud del
cumplimiento de la Ley. “No he venido a abolir, sino a dar plenitud”.
Como señala el pasaje de la Carta a los hebreos
que citamos, Jesús es la culminación de la revelación, la Palabra última de
Dios. El Evangelio de Jesucristo llevó a su plenitud la Ley y nos aclaró el
contenido del Antiguo Testamento, liberándonos de la esclavitud y
convirtiéndonos en hijos (Cfr.
Gál 4,5). Así, “seremos grandes en el reino de los cielos”.



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