"Ventana abierta"
La Buena Semilla
Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que
te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo:
Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en
el camino.
Marcos 10: 51-52
Ponerse en marcha
Ser cristiano es primero y ante todo haber
tenido un encuentro con Cristo. Este primer encuentro se produce de manera
diferente de una persona a otra. Para uno se puede dar mediante circunstancias
dramáticas, para otro puede ser el resultado de contactos con creyentes, o el
impacto que le produjo un texto de la Biblia. Algunos recuerdan muy bien el
momento en que creyeron, cuando la paz brotó en su alma. Para otros, la luz
alumbró progresivamente en ellos. Sin embargo, todos estos encuentros con Jesús
tienen un punto en común: fueron preparados por Dios.
Desde ese punto de partida el creyente se pone
en marcha para recorrer las diferentes etapas de su vida con Dios. Esto lo
vemos en toda la Biblia: Abraham se puso en marcha como resultado de lo que el
Señor le dijo (Génesis 12: 4; Hebreos 11: 8); igual hizo el ciego del
versículo de hoy. Esta decisión es señal de un cambio interior producido por el
Espíritu de Dios.
Saulo, cuando Dios lo detuvo en su mal camino,
dijo: “¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues… Él,
temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le
dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hechos
9: 5-6).
Jesús invita a cada uno a convertirse en su
discípulo y a andar con él. Él se revela como el camino que conduce al
Padre (Juan 14: 6). El creyente no es, pues, un ser abandonado a sí mismo,
sino un viajero que mira hacia la meta que va a alcanzar, guiado durante todo
el camino, de etapa en etapa, hacia la casa del Padre, siguiendo al Señor
Jesús, su Pastor.
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