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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

martes, 30 de septiembre de 2014

Entrevista al Cardenal Emérito de Sevilla. Monseñor Carlos Amigo Vallejo: «Solo quería ser fraile y, si acaso, profesor» Martes, 30 septiembre 2014

"Ventana abierta"


Carlos Amigo: «Solo quería ser fraile y, si acaso, profesor»

El cardenal dejó los estudios de Medicina porque se vio atraído por el estilo de vida franciscano. «El deseo de vivir para siempre está en la esencia de la persona», dice fray Carlos.


CESAR COCA 
MADRID

Al cardenal y arzobispo emérito de Sevilla Carlos Amigo (Medina de Rioseco, 1934) se le puede aplicar con todo rigor la vieja frase de Terencio: nada humano le es ajeno. No lo ha sido en ningún momento de su vida, lo mismo durante sus años juveniles en la Facultad de Medicina, que luego como sacerdote franciscano, en su etapa de arzobispo de Tánger, más tarde en la capital de Andalucía o ahora, que lleva una ajetreada vida de jubilado acudiendo a cuantas llamadas recibe, y son muchas. Al cardenal Amigo, o fray Carlos como prefiere que le llamen, le gustan la antropología y el fútbol, la filosofía y la novela histórica, la electrónica, la cerámica y la ópera. Desde su metro noventa de estatura, contempla el mundo con preocupación, pero sin perder ni un ápice de afabilidad; aunque todavía esté recuperándose de una intervención quirúrgica que lo mantuvo ingresado en un hospital durante un mes y medio a comienzos de verano. Durante una larga conversación en Madrid, en una mañana calurosa que no parece preludiar el otoño, repasa su biografía, deteniéndose en un anecdotario rico y diverso. «¿Pedirle algo a la vida?¿Cómo voy a pedirle más de lo que me ha dado?» Ese es el espíritu de este príncipe de la Iglesia culto, abierto y buen conocedor del islamismo.

Usted procede de una familia de clase media. Su padre era médico en Medina de Rioseco.

Toda la familia de mi padre era de allí, y la de mi madre, de Valladolid. Mi padre había estado de médico en varios pueblos, luego se especializó en Odontología y se instaló en Medina para que los hijos pudiéramos ir al instituto sin tener que trasladarnos a Valladolid. Éramos nueve hermanos, aunque uno murió siendo muy pequeño y a mí, que soy el penúltimo, me pusieron su nombre.

También tuvo un tío muy famoso, el psiquiatra Vallejo-Nájera.

Sí, lo fue, pero creo que el más célebre fue mi primo Juan Antonio. Cuando yo estaba en el seminario, los domingos me invitaban a comer en su casa. Él me enviaba a veces a alguna persona con problemas, solo para que la escuchara. Mi relación con él fue muy intensa. Un día me llamó para decirme que le quedaban dos meses de vida. Sigue pareciéndome increíble la serenidad con la que organizó todo: la despedida de sus amigos, su propia muerte y hasta su funeral. Dejó organizada una comida de los familiares más próximos para cuando volviéramos del cementerio.

Nació en un pueblo que quedó en zona nacional durante la Guerra. ¿Recuerda algo de entonces?

Nada, apenas unas imágenes borrosas. Junto a mi casa estaba la de mis abuelos, que tenían una bodega en el sótano. Un día, estábamos desayunando y, por una alarma, salimos corriendo y nos metimos allí. Cuando regresamos, se había quemado el chocolate, que nadie retiró del fuego. Otro día vi pasar unos tanques por la carretera. Mis padres hicieron lo posible para que no viéramos nada que luego nos dejara malos recuerdos.

Empezó la carrera de Medicina. ¿Tuvo dudas con su vocación?

Creo que tendría 15 años cuando le dije a mi padre que quería ser misionero. Él me recomendó que primero acabara el Bachillerato y luego decidiera. Imagino que pensaba que iba a ser médico, como pasaba con todos los varones de la familia.

Pensaría que iba a ser así, porque se matriculó en Medicina en Valladolid. ¿Cómo era el ambiente allí?

En la ciudad entonces se decía que allí solo había curas, militares y universitarios. En esos tres círculos se conocía todo el mundo y el ambiente era estupendo. Había una amistad verdadera que solo se interrumpía en los veranos, cuando muchos estudiantes que eran de fuera se iban a sus casas.

¿Cuáles eran sus aficiones en ese tiempo?

Me gustaba mucho el fútbol y jugaba al baloncesto en un equipo local. Como premio, nos regalaban entradas para ver los partidos del Valladolid.

¿Las chicas? ¿Bailar?

No tuve novia formal, pero salíamos con chicas. ¿Enamorado? Sí, imagino que sí, quedábamos con chicas. Entonces, las relaciones no eran como ahora... En cuanto a lo de bailar, no me gustaba, pero era porque las chicas no querían bailar conmigo, por los pisotones que les daba.

***
Había tomado la decisión de ordenarse sacerdote al final del primer trimestre, pero no se atrevía a contárselo a su progenitor, muy ilusionado con la idea de que fuera médico. Por eso esperó hasta que el curso estaba prácticamente acabado para hacer una confidencia a su hermana mayor, a sabiendas de que ella lo diría a su madre y ésta se lo contaría al padre. «No es que no me gustara la Medicina, pero se dio una especie de contagio. Unos franciscanos habían ido a una celebración familiar y me gustó su forma de vivir». Es inútil buscar en esos años un deslumbramiento, un momento de su vida en que viera con claridad que su destino estaba en el sacerdocio. «No fue una gran conversión», dice con sencillez. «Mi estilo de vida espiritual se lo debo a los franciscanos. Siempre me ha llamado la atención lo que no llama la atención de la mayoría, las cosas poco importantes». Así explica no solo su relativamente tardía vocación religiosa, sino también la decisión de ingresar en la orden.
Ordenado sacerdote con 26 años, luego estudia Filosofía en Roma, Psicología en Madrid, Teología en Santiago, se interesa por la Antropología. Su curiosidad parece inagotable.
Tuve que estudiar cosas diferentes porque había pocos profesores para impartir algunas materias como Filosofía de la Ciencia, Antropología y otras. Lo hice por necesidad, ya que querían que diera esas clases, pero también es cierto que me interesaron mucho algunas cosas. La Antropología, por ejemplo. Todo lo que se relaciona con las persona siempre me ha interesado.

***
Llevaba una tranquila vida académica y lo envían de arzobispo a Tánger. ¿Qué pensó cuando conoció el nombramiento?

Me quedé descolocado. Yo quería ser fraile y, si acaso, profesor. Fíjese cómo fue que me retiré una semana con unos libros para estudiar qué era eso de ser obispo. Lo habíamos visto todos en Teología, claro, pero eran materias sobre las que pensábamos que solo iban a ser útiles para unos pocos, y no les prestábamos mucha atención. No me veía de obispo y, como ya había dicho no a algunos cargos con anterioridad, el nuncio de Argel, que fue quien me comunicó el nombramiento, me dijo que no olvidara que estaba obligado a la obediencia al Santo Padre. Ese destino cambió totalmente mi vida.

¿Cómo se sintió en una ciudad de gran mayoría musulmana?

La diócesis abarcaba varias poblaciones que sumaban dos millones y medio de musulmanes y algo menos de 7.000 católicos. Además, estos procedían de muchos lugares. La relación entre judíos, musulmanes y católicos era magnífica. Los muchachos convivían en los institutos, nos invitábamos unos a otros a nuestras fiestas, la gente te saludaba por la calle. Conservo muchos amigos de entonces. Cuando me hicieron cardenal, más de uno me dijo que yo era su representante... El mejor diálogo es el de la vida.

***
El temor al fundamentalismo

Carlos Amigo fue nombrado arzobispo de Tánger cuando tenía solo 39 años. Allí estuvo ocho, viviendo en una ciudad de abrumadora mayoría musulmana. Hizo amigos, conoció el islamismo, compartió fiestas con dirigentes religiosos y con simples fieles. Su visión no es por tanto la de un mero observador en la distancia o un teórico que se queda en el análisis de los textos sagrados.

¿Le preocupa el fundamentalismo?

Muchísimo. En mi época en Tánger no se veía. Formaba parte de una conferencia episcopal que agrupaba Libia, Túnez, Marruecos, Argelia y el Sahara. Veías lo que pasaba allí, escuchabas a unos y otros y era enriquecedor. Nunca pude pensar que llegarían a ocurrir cosas como las que están pasando.

¿No había grupos radicales entonces?

Sí, había algunos que habían nacido con un espíritu místico, que luego evolucionaron hacia lo social, más tarde lo político y ahora... Es el caso de los Hermanos Musulmanes. El fundamentalismo vino a partir de algunas revoluciones, pero el islam no es tan compacto como a veces se ve desde aquí. La mayor parte de los musulmanes no son violentos ni fundamentalistas.

¿Le parece posible una alianza de civilizaciones?

La idea es positiva y se ha ido ampliando en cuanto a su ámbito. Fue un concepto que surgió con Erdogan y Zapatero. Yo estuve invitado a la primera reunión y hubo pocos participantes porque parecía una idea un tanto excluyente. Al principio, tenía connotaciones políticas que no gustaban a algunos. Me parece un proyecto positivo si no se hace para defenderse, porque entonces sería algo más problemático.

¿Cree que lo que está sucediendo es una verdadera guerra santa?

La guerra santa no es para los musulmanes un concepto violento, salvo cuando su propia fe se ve atacada. O se habla del esfuerzo del creyente para ser fiel y coherente con esa misma fe. Pero no puede haber una guerra santa para aniquilar o imponerse a los demás. Eso lo rechaza cualquier musulmán auténtico. El problema es que la religión se usa, y se ha usado siempre, para otros fines.

***
Tiene el cardenal Amigo una afición poco habitual entre las personalidades relevantes de la Iglesia: leer novelas. No son su lectura más habitual ahí están los libros de Teología, la Filosofía y otras materias más relacionadas con su actividad y trayectoria, pero reconoce que siempre tiene alguna en su mesilla. «Me gustan las que están bien escritas, porque además de la historia que cuentan te permiten enriquecer el vocabulario. Suelo guiarme por las recomendaciones de los suplementos culturales». Y va desgranando algunos autores y títulos que, no casualmente, están ambientados en ciudades que conoce bien: La catedral del mar y La reina descalza de Ildefonso Falcones, El tiempo entre costuras de María Dueñas, un puñado de volúmenes de Eduardo Mendoza y Carlos Ruiz Zafón... historias que transcurren en Barcelona, Tánger o Sevilla, en lugares en los que ha discurrido su propia vida.

***
Si estaba tan integrado en Tánger, ¿le gustó que lo enviaran a Sevilla?

Estaba tan ambientado allí que fue un trauma. Solo conocía la ciudad por un breve viaje turístico, así que me tocó cambiar de cultura otra vez. Y además tenía todo en contra: entonces estaba muy vivo aquello de que las comunidades deben tener obispos propios, y yo no era sevillano, ni andaluz, ni siquiera un obispo español desde el punto de vista eclesiástico. Y, además, franciscano.

¿Cómo fue la adaptación?

Me dieron un gran consejo: que me dejara enseñar. No traté de comprender algunas cosas, sino de vivirlas. Sevilla es una forma de vivir. Y cuando a mí, nacido en un pueblo con maravillosas procesiones de Semana Santa, me preguntaban por las de Sevilla, siempre respondía igual: es el mismo Evangelio con distinta música. La religiosidad popular es igual en todas partes.

Uno de los acontecimientos más relevante de esos años fue la boda de la infanta Elena, que usted ofició. ¿Se sintió extraño rodeado por la Familia Real, políticos, banqueros, famosos...?

Cuando me llamaron, lo primero que imaginé fue que se trataba de organizar una visita de los Reyes. Luego hablamos muchas veces: la Reina insistió mucho en que para ellos era el matrimonio de una hija. Así lo pensé yo: la boda de una hija de una familia muy especial, pero una boda. Me dieron todas las facilidades, libertad para organizar la ceremonia, me consultaban cualquier cambio. Lo único que inicialmente no me gustó fue que la retransmisión por televisión marginaba los elementos religiosos.

¿Y cómo lo arregló?

Hablé con Pilar Miró, le expliqué cómo lo veía y ella lo entendió y cambió muchas cosas. Parecía una mujer muy seria, pero de cerca daba gusto hablar con ella. Quizá un día escriba un libro de memorias deteniéndome en personajes que he conocido: de Gadafi a Pilar Miró o Lady Di.
En 2003, el Papa Juan Pablo II lo nombró cardenal. «Mi padre me habría dicho lo mismo que cuando fui elegido obispo: ¡Qué bien! Enhorabuena. Pero lo que más me gusta es que te portes bien con toda la gente». Ha participado en dos cónclaves, los que eligieron para ponerse al frente de la Iglesia a Benedicto XVI y Francisco. Al cumplir los 80, perdió el rango de elector, de manera que no volverá a encerrarse en la Capilla Sixtina en ese acto ritual que concita la atención de centenares de millones de personas, sean o no católicas. Habla sobre los cónclaves, con su impecable traje negro recortado sobre una pared enteramente blanca, y lo hace restando importancia y aura a la reunión.

¿Son conscientes allí dentro, en ese escenario grandioso, de que hay tantas miradas sobre ustedes?

Yo no tuve esa sensación. El aislamiento físico te ayuda a tener una libertad enorme. Estás allí para ayudar a conseguir la mejor elección posible. Estás aislado y abres los ojos y los oídos para ver signos de quién puede ser la persona más indicada.

¿Y el papel del Espíritu Santo?

El Espíritu Santo habla por signos, por el carácter de las personas, su inteligencia y ejecutoria...

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Carlos Amigo

Nació el 23 de agosto de 1934 en Medina de Rioseco (Valladolid). Comenzó a estudiar Medicina en la Universidad de Valladolid, pero lo dejó para entrar en la orden franciscana y ordenarse sacerdote. Luego se licenció en Filosofía en Roma, en Psicología en Madrid y en Teología en Santiago de Compostela.
Carrera Impartió clases en Santiago y con 36 años ya era provincial de la orden. Tres años más tarde, fue nombrado arzobispo de Tánger. En 1982 ocupó la sede arzobispal de Sevilla, que dejó en 2009, al cumplir 75 años. Designado cardenal por Juan Pablo IIen 2003. Ha sido elector en los cónclaves de 2005 y 2013. No volverá a serlo por haber cumplido ya los 80 años. Es arzobispo emérito de Sevilla.
Publicaciones Es autor de una treintena de libros y numerosos artículos sobre temas teológicos y también humanísticos e históricos.

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¿Por qué les prohíben tener móviles? ¿Piensan en el Vaticano que van a vulnerar la prohibición de contar lo que sucede?

El día antes del comienzo del cónclave, nos reúnen a todos y nos dicen que no hace falta que llevemos nada más que los efectos personales porque allí hay de todo. Ese de todo es una bolsa con un libro de rezos, una libreta y un boli... Nos insisten en que no se pueden llevar móviles, pero luego añaden que hay inhibidores dentro. ¿Desconfianza? No creo que la haya. El temor está en que alguien, desde fuera, pueda captar conversaciones entre quienes están dentro del cónclave. Por eso, también, en la residencia donde se alojan los electores, las persianas están precintadas. Se trata de que no se puedan seguir las conversaciones por el movimiento de los labios.

Cuando fue ordenado sacerdote, las iglesias y los seminarios estaban llenos. ¿Qué le preocupa más: la caída de vocaciones o la de fieles?

Me preocupa más que el cristiano sea fiel al Evangelio. Me gustaría llenar los templos, por supuesto, pero le aseguro que preferiría lograr esa fidelidad al Evangelio. Hay problemas, pero no son para agobiarse. Debemos trabajar sin nostalgias del pasado ni miedo al futuro. Se está dando un renacer del sentimiento religioso y al tiempo un rechazo de las instituciones. Y mientras tanto florecen brujos, chamanes, adivinadores... Hay canales de televisión ocupados por todos ellos. Por otra parte, no olvidemos que hay indicadores muy relevantes que no hablan de crisis.

¿Cómo cuáles?

El resurgir de la caridad, la mayor solidaridad que muestran los jóvenes, la existencia con todo lo que se dice siempre aún de 26.000 misioneros españoles por el mundo. Se dice que la juventud ahora no va a la Iglesia. No estoy seguro de que estuviera nunca dentro. Sí en los actos más externos, pero ¿participaba realmente en la vida de la Iglesia? Para algunos actos, sí, pero sin continuidad.

¿Qué le pide a la vida?

¿Más de lo que me ha dado? Si acaso, serenidad y que me mantenga la mano abierta para que el Señor me encuentre así. Pero eso se lo pido a Dios.

¿Puede garantizar de alguna forma que hay otra vida después de la muerte?

El deseo de vivir para siempre está en la esencia de la persona. La gran garantía es Jesucristo... Un profesor que conocí se empeñaba en demostrar la existencia de Dios mediante las Matemáticas. Prefiero el convencimiento y su propia palabra. Y es un convencimiento que está en todas las culturas y en todos los tiempos.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Nuestros Ángeles Custodios

"Ventana abierta"


Nuestros Ángeles Custodios

Carta del Arzobispo de Sevilla + Juan José Asenjo Pelegrina.

Queridos hermanos y hermanas:

Dedico esta carta semanal a los Ángeles Custodios, cuya memoria celebraremos el próximo jueves.

En la Eucaristía de ese día recitaremos este fragmento del Salmo 90: A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en sus caminos, que sintetiza con mucha precisión el sentido de esta fiesta.

Pocas experiencias nos son tan cercanas como la constatación diaria de nuestra fragilidad y de nuestras limitaciones, a las que se añade la experiencia del dolor, la enfermedad y el sufrimiento. Al mismo tiempo, los cristianos profesamos gozosamente nuestra fe en Dios, padre providente y bueno que nos regaló el don de la vida y que después no se ha olvidado de nosotros, pues cuida y dirige nuestra vida con su providencia amorosa. Dios nuestro Señor ejerce esta tutela por medio de las personas que nos quieren: nuestros padres, hermanos, amigos y quienes tienen alguna responsabilidad sobre nosotros. Pero, sobre todo, ejerce su solicitud providente sobre nuestras vidas a través de los santos ángeles.

¿Quiénes son los ángeles, y concretamente los Ángeles Custodios?

En el Credo confesamos nuestra fe en un sólo Dios, padre todopoderoso, creador de todo lo visible e invisible. La fe en Dios y en lo que Dios nos ha revelado incluye la aceptación de la existencia de los ángeles, espíritus puros, incorpóreos e inmortales, invisibles a nuestros ojos, pero seres personales, dotados de inteligencia y voluntad y, por lo tanto, capaces de tener una relación con nosotros. Los ángeles son como el lujo de la creación, la obra más perfecta de Dios creador, expresión de su gloria y partícipes de su felicidad. Ellos están a su servicio, para alabarle y para manifestar su providencia a favor de los hombres.

La existencia de los ángeles es una verdad de fe, fundada en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia. Desde la creación están presentes en los momentos estelares de la Historia Santa. Ellos conducen al Pueblo de Dios en su peregrinación por el desierto. Toda la vida de Jesús, desde la Encarnación a la Ascensión, “está rodeada de la adoración  y del servicio de los ángeles” (CIC, 333). El ángel Gabriel anuncia a María su maternidad; el cántico de los ángeles anuncia a los pastores el nacimiento de Jesús; ellos protegen su infancia, le sirven en el desierto, lo reconfortan en su agonía y anuncian su resurrección. Por otra parte, la predicación de Jesús contiene continuas alusiones a los ángeles.

Os invito, queridos hermanos y hermanas, a alabar a Dios que manifiesta su omnipotencia en la creación de los ángeles, nuestros hermanos.
Démosle gracias porque por medio de ellos vela amorosamente sobre nosotros.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que “toda la vida de la Iglesia se beneficia de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles” (334). “Desde la infancia a la muerte, la vida humana se beneficia de su custodia y de su intercesión”. Por ello, pudo escribir san Basilio el Grande que “nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida” (336). Es nuestro ángel custodio, que nos acompaña, ayuda, protege, defiende, orienta en el camino de la vida, sugiriéndonos el bien que debemos hacer y precaviéndonos del mal que debemos evitar. El Salmo 90 describe este servicio de los ángeles con un lenguaje de gran belleza literaria y plagado de metáforas por medio de los ángeles, el Dios amigo de los hombres nos libra de la red del cazador y de la peste funesta; nos refugia bajo sus alas y su brazo es nuestro escudo y armadura. Por ello, no tememos el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta al mediodía.

Este lenguaje metafórico no nos debe inducir a pensar que la existencia de los ángeles custodios sea una mera metáfora o una bella imaginación infantil, o como el dulce sueño con que cerrábamos los ojos después de invocarlos en nuestra infancia. La cercanía bienhechora de los ángeles, su tutela y custodia a favor nuestro es una gozosa realidad.

Os invito, queridos hermanos y hermanas, a alabar a Dios que manifiesta su omnipotencia en la creación de los ángeles, nuestros hermanos. Démosle gracias porque por medio de ellos vela amorosamente sobre nosotros. Os invito a robustecer nuestra devoción a nuestro ángel custodio y a intensificar la familiaridad, la amistad y el trato con él, pues de ello sólo se derivarán muchos bienes espirituales. En efecto, nuestro ángel amigo nos ayuda cada día a ser fieles al Señor y a vivir con gozo nuestra vocación cristiana.

Os invito, por fin, a imitar a los ángeles custodios. Frente a la tentación cainita e insolidaria de desentendernos de los dolores, los sufrimientos y las carencias de nuestros hermanos, quienes cada día experimentamos la bondad, la misericordia y la providencia de Dios que nos llega a través de los ángeles, estamos más obligados que nadie a ser custodios de nuestros hermanos, especialmente de los más humildes y sencillos, a ayudarles, defenderles y servirles.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+Juan José 
Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla



martes, 2 de septiembre de 2014

"Iglesia Digital"

"Ventana abierta"


Hola amig@s, hoy os quiero recomendar un libro que he oído que acaba de publicar hace unas semanas Juan Carlos Pinto, sacerdote Paulino y que se titula: "Iglesia Digital".
El autor defiende que la Iglesia en Internet debe seguir un perfil misionero de testimonio. 
Y reflexiona que, "si los cristianos nos quedamos atrás en cuanto a tecnología, no vamos a poder evangelizar a las nuevas generaciones.
Este sacerdote, Juan Carlos Pinto, trabaja en el Departamento Multimedia de la Editorial San Pablo, lleva 4 años en España y en su nuevo libro "Iglesia Digital" expresa que una simple imagen en Internet puede motivar y conmover a las personas, incluso comprometerlas a profundizar en su fe.
Sin embargo, el autor considera un error pensar que la Pastoral en Internet es un juego, y que el que tenga más "me gusta", es más importante.
Sostiene que la Iglesia en las redes sociales  debe presentar un perfil misionero, de testimonio, de una persona que es coherente con su vida.
Pinto recomienda en su libro, iniciativas como: "Rezando voy", "Aletheia", y "curas on line", que es un proyecto de jóvenes sacerdotes de distintas congregaciones que se han unido para llevar el Evangelio a través de Facebook y donde él mismo colabora.
Sostiene con el Papa Francisco que necesitamos el encuentro del otro, además de Internet, los hombres y las mujeres necesitamos ternura y también poder llevar a las personas a un encuentro real con Jesucristo.